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Expertos sociales entregan su visión del movimiento que se volcó a las calles

Concuerdan que responder a las demandas ciudadanas, por parte de la élites políticas y económicas, sería el camino para resolver la crisis político-social, que estalló como olla a presión en el país.

Por: Mauro Álvarez 24 de Noviembre 2019
Fotografía: Andrés Oreña P.

Como el agotamiento de la insistencia y reiteración sistemática de lineamientos políticos, medidas y visiones contrarias a la dignidad y las condiciones de vida de la población, explicó la doctora en Antropología Social y Cultural de la Universidad de Concepción (UdeC), Noelia Carrasco, el despertar ciudadano, que ya lleva cinco semanas, exigiendo cambios sustanciales por las calles del país.

“En ese esfuerzo que la población se fuera adaptando, se cometieron excesos políticos y económicos en el sentido de confiar que la ciudadanía seguiría sometiéndose y reproduciendo las condiciones que el sistema estaba proporcionando, lo que generó reacciones y detonó el pasado 19 de octubre (…) estábamos, como sociedad, en un esquema de vida de alta presión”, argumentó.

A su vez, Carrasco complementó que el país en general quiere un cambio de piel, pues llevamos décadas requiriendo una transformación profunda. “El proceso constituyente puede abrirnos a un proceso cultural más profundo, que nos permita replantear el modelo económico, con ello vamos a poder revisar nuestra matriz valórica como sociedad, lo que permitirá organizarnos de cómo queremos administrar nuestros recursos naturales, nuestra relación internacional, por un futuro más auspicioso”, opinó.

Concentración e injusticias

En la misma línea, el doctor Manuel Antonio Baeza, destacado sociólogo e investigador de la UdeC, señaló que lo vivido estas semanas, fue la movilización más grande de nuestra historia republicana, que se gestó por el cúmulo de situaciones sociales graves que vive la sociedad chilena.

“Durante más de dos décadas hemos asistido a un doble proceso de acumulación: uno muy acelerado de riqueza concentrada en muy pocas manos y otro de malestar, de rabia por las serias injusticias del sistema. Sin tener mucha conciencia del fenómeno, los chilenos habíamos construido nuestra propia burbuja, que acabó por estallar”.

El profesor Baeza comentó que el empoderamiento de la población que sale a las calles se debe a que las respuestas dadas por las élites políticas, a través de los gobiernos, no han sido satisfactorias pues no afectan la esencia de un modelo deshumanizado, productor y reproductor de profundas desigualdades sociales.

“El modelo actual atenta contra la dignidad de las personas. Los adultos mayores, niños y jóvenes, las distintas etnias de nuestro país, no escapan a la lógica fría del mercado y de una ausencia de un Estado solidario, hay una desconfianza muy grande que no se puede solucionar con el otorgamiento de mero subsidios, ni fórmulas sospechadas de contener una letra chica”, añadió.

Olla a presión

El despertar ciudadano, sostuvo Baeza fue una olla a presión que tenía un factor muy decisivo en la elevación interior de temperatura, los jóvenes, quienes con una irreverencia que no tiene respuesta a la clásica alusión de “rebeldía juvenil”, responde a su comprensión del entorno social que seguramente marcará con su sello la cultura del siglo XXI.

“Se trata de millenials que disponen de mucha información -no siempre confiable, desde luego- y de mucha comunicación no presencial con la posesión y el dominio de nuevas tecnologías; a lo anterior, que por cierto es lo más fácil de demostrar, hay que sumar una crítica a ciertas formas de pensamiento heredado de generaciones precedentes que, en especial, contemplan el principio de autoridad y frente a la cual se muestran desafiantes en extremo y en distintos ámbitos”, calificó.

Opinión que comparte la doctora en psicología social de la UdeC, Pamela Vaccari, quien comentó que “la comparación constante que empezó a hacer la gente de su propia condición con la élite y los referentes de las instituciones públicas y privadas, ayudó en este proceso de despertar ciudadano. Ayudó también la presencia de corrupción y la enorme falta de ética de estos referentes, donde las personas legítimamente se preguntan ¿y estas personas o instituciones “inmorales” están habilitadas para decirme cómo tengo que comportarme para alcanzar bienestar o vivir mejor?”.

La suma de situaciones injustas y confusas, “ayudo a que la identidad pueblo que apareció realizando actos de desobediencia civil tomó aún más fuerza cuando las autoridades, en vez de conciliar, comprender y empatizar con la realidad social de quienes realizaban estos actos, condenaron. Criminalizaron un grupo sentido por la comunidad, es decir, la juventud, el futuro de Chile, nuestros niños a quienes debemos dar el ejemplo sobre cómo resolvemos los conflictos”, aseveró.

La crisis, según concuerdan los especialistas sociales, sólo se va a resolver cuando las élites políticas y económicas entiendan que deben resolver lo que la población exige, sin violencia, ya que se trata de demandas justas.

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