Ciudad

A 30 años de su derrumbe: el amor mortal entre Berlín y su Muro

Desde el 13 de agosto de 1961 y por más de dos décadas, 155 kilómetros de hormigón apagaron la bella capital alemana y la tiñeron de luto. Hoy, su existencia tiene forma de memoria, a veces cauta, otras insistente.

Por: Diario Concepción 10 de Noviembre 2019
Fotografía: Muro de Berlin 1

Claudia Tapia Vásquez
Depto. de Cs de la Comunicación
Facultad de Comunicación,
Historia y Ciencias Sociales
Universidad Católica de la Santísima Concepción

Algunas calles de Berlín huelen a verso. Difícil desmentirlo cuando se camina Bajo los tilos (la famosa Unter den Linden) o se respira el otoño naciente de la Avenida de los Cerezos (Kirschbaumallee). Hay otras señoriales, como la Calle del 17 de Junio, y unas que conservan los rastros de un pasado magnífico, como la Kurfürstendamm. También está la Friedrichstrasse, el imperial corazón de la ciudad.

Desde el 13 de agosto de 1961 cruzó sobre esas calzadas un murallón rudo y prosaico, 155 kilómetros de hormigón que apagaron la bella capital alemana y la tiñeron del luto que recuerda a sus 125 víctimas.

Por eso, a 30 años de su derrumbe, el Muro tendría que ser un olvido en Berlín. Pero ella tiene con él una obsesión de “estrellas y espinas” y en las antípodas del desdén, el murallón es hoy una verdadera omnipresencia. Ya no como obra gruesa, pues eso comenzó a caer el 9 de noviembre de 1989. La existencia del Muro tiene ahora forma de memoria, a veces cauta, otras insistente.

De partida, el trayecto está perfectamente dibujado sobre el suelo berlinés. En ocasiones la marca es leve y se distingue solo porque rompe la monotonía asfáltica. Se trata de una doble línea de adoquines que, con regularidad alemana, se interrumpe con placas de metal que recuerdan que ahí se levantaba el “Berliner Mauer 1961-1989”. En otros lados, los peatones distraídos pueden hasta tropezar con los curvos resaltos cubiertos de caucho que señalizan el paso.

Hay otros puntos de la ciudad donde el recuerdo es maciso. En la Niederkirchnerstrasse, los 42 metros de solitario Muros perfectamente conservados resguardan la Topografía del Terror, un museo al aire libre donde se conservan los cimientos de la sede central de la Gestapo. Un poco más allá, en la célebre Postdamerplatz, los turistas se sacan fotos junto a las secciones que aportan información de contexto.

También está la Milla Histórica, un trayecto hecho de fotografías, paneles, mapas y reseñas que facilitan la comprensión y el alcance de la obra. Una de sus estaciones es la de Sonnenallee o Avenida del Sol, el paso fronterizo que Thomas Brussig describe en su novela homónima y que se adaptó para el cine en 1999.

En la Bernauer Strasse se encuentra el Monumento Conmemorativo del Muro de Berlín. Ese kilómetro y medio de murallón íntegro y cresta redondeada representó de manera paradigmática el quiebre de la ciudad. Los que vivían allí se durmieron esa noche del ´61 entre amores, amistades y vecinos, y despertaron como enemigos mundiales.

En la Bernauer también aloja el Centro de Documentación y el de Visitantes, que incluye una torre panorámica desde la cual se observa la anatomía de la máquina “de protección antifascista”: el Muro propiamente tal, la “franja de la muerte”, el Muro de contención y las torres de vigilancia. Ello se complementa con la Capilla de la Reconciliación y la Ventana del Recuerdo, que contiene las fotografías de las víctimas.

Todo este circuito da cuenta de la opción de Berlín por el recuerdo. Porque a pesar de que la historia es incómoda y brutal, la ciudad se empeña en revivirla como gesto de madurez cívica. En East Side Gallery, esa intención es multicolor y festiva. Son 1300 metros de muralla cubiertos por las pinturas de 120 artistas. Allí, bajo el “beso fraternal socialista” entre Brézhnev y Honecker en 1979, se lee una frase escueta, pero que bien puede condensar la relación entre Berlín y su Muro: “Dios mío, ayúdame a sobrevivir a este amor mortal”.

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