Ciudad

Alejandro Mihovilovich, vecino destacado: las palabras de un apasionado por Concepción

Por: Diario Concepción 21 de Octubre 2017
Fotografía: Archivo

Alejandro Mihovilovich Gratz
Profesor de Historia y Geografía
Investigador del Archivo

“Me siento gratamente agradecido por la distinción que me otorgan, al elegirme la comunidad penquista a través de nuestro alcalde, con la obtención de la medalla al mérito pencopolitano “René Louvel Bert” como vecino destacado año 2017.

En 1970 llegué a esta hermosa ciudad como alumno a la carrera de Pedagogía en Historia y Geografía de la Universidad de Concepción. Venía de Punta Arenas con otros estudiantes de Magallanes que nos incorporábamos a un nuevo mundo. En Chile, tan sólo postulaban entonces no más de 25.000 alumnos, y las universidades no pasaban de 10 o 12.

Concepción era una ciudad moderna, que presentaba aún algunos sitios eriazos, producto del terremoto de 1960. La calle Los Carrera entrada a Concepción, constituía un caos, lleno de obstáculos, ya que desde el terremoto de 1939, se había pensado en ampliarla y no se permitía edificar en el terreno de futura expropiación para la construcción de dicha avenida que demoró 60 años en construirse.

La ciudad comenzaba a expandirse hacia el Barrio Norte y al otro lado del Bío Bío crecía el barrio de San Pedro, mientras una calle larga en el sector de Chiguayante seguía estirándose camino hacia Quilacoya, entre el cerro Manquimávida y el río. Hoy ambas constituyen pujantes comunas como lo son San Pedro de la Paz y Chiguayante.

De aquel lejano 1970, a la época actual, han transcurrido muchos hechos de todos conocidos, de dulce y agraz para nuestra querida ciudad.

Hoy la ciudad cumplió 467 sufridos años de edad y que gracias al esfuerzo y tenacidad de sus habitantes, permanece y prospera.

Víctor Solar Manzano, al prologar el libro de historia de Concepción de Fernando Campos Harriet en 1979, se refería a Concepción diciendo “cada 100 años, la ciudad fue borrada de la faz de la tierra”.

Mientras París ha tenido una sola catedral en 800 años, Concepción, en la mitad de este tiempo, ha construido 7. La continuidad material no ha existido. Los terremotos de 1570, 1667, 1730, 1751, 1835, 1939 y 1960, (cabe hoy agregar el del 2010) los incendios y saqueos de los indígenas, el paso arrasador de la guerra a muerte. Catástrofes telúricas o guerreras han querido cercenar una y otra vez el hilo del existir pencopolitano. Concepción es la ciudad a la cual el hado adverso intentó cortar la corriente vital, siete u ocho veces en el curso de su historia”.

En Concepción se han desarrollado la mayoría de los hechos que constituyen la historia de Chile desde que se fundó la ciudad en 1550, desde aquí se dirigió la Guerra de Arauco, aquí se creó la Real Audiencia, la primera Universidad, la Pencopolitana, desde aquí Juan Martínez de Rozas y un grupo de exaltados criollos generaron la Primera Junta Nacional de Gobierno de 1810.

Fue también Martínez de Rozas quien con su empuje impulsó el Primer Congreso Nacional de 4 de julio de 1811. Aquí O’Higgins, un 1º de enero de 1818, en los Morrillos de Perales en Talcahuano, justo en la punta del actual cerro Concepción, que colinda con el hospital de las Higueras, declaró la Independencia firmando sobre un tambor militar, acompañado tan sólo de un grupo de patriotas, que desde allí atacaban el sitio de Talcahuano defendido por el Brigadier Español Ordoñez, para luego en la Plaza de Armas de Concepción reunir la tropa en cuadro y ante la presencia de la comunidad penquista, proclamar, por primera vez en Chile, y al mundo, “que Chile, su territorio continental e islas adyacentes, constituían desde hoy y para siempre, una república independiente.”

Más que paredes

En su homilía de Urbis excidio, San Agustín nos dice que la ciudad “está en los moradores, no en las paredes materiales”. Y es allí donde hoy quiero centrar mi discurso, en las oportunidades que Concepción presenta hoy a sus habitantes, y que, a casi 500 años de su fundación, siguen vigentes con las mismas características que Valdivia el fundador le comentaba al Rey de España al decir, sus bosques producen excelente madera para la construcción de casas y embarcaciones, las cementeras dan excelentes granos y cultivos, el clima es inmejorable, en su bahía se varan la mayor variedad de peces.

Valdivia pinta un paraíso que aún debemos defender, una ciudad privilegiada por la naturaleza que hace del penquista un ser excepcional.

Los habitantes del gran Concepción del siglo XXI tenemos hoy la mirada en el océano pacífico, lo que nos transforma en ser vecinos ribereños de mil quinientos millones de chinos, más de mil millones de hindúes, ochenta millones de japoneses, y de un sinnúmero de otras nacionalidades, como Corea del Sur, Singapur, Taiwán, todos países que están en las vitrinas del comercio penquista a través de teléfonos, televisores y otro tipo de tecnologías.

Como respuesta a ellos nuestros puertos envían madera, celulosa, pescado, frutas y vinos. Somos en la actualidad la mejor bahía que mira al pacífico en todo Chile, con puertos seguros y saneados que laboran todo el año y que no a mucho andar se deberían integrar a las producciones trasandinas provenientes de la hermana república de Argentina, con las producciones de soya, trigo, frutas con destino al oriente.

Nuestras autoridades regionales hoy viajan al continente asiático y relacionan nuestro gran Concepción con todos los centros comerciales, firmando tratados que permitan mejorar las tasas arancelarias para que nuestros productos lleguen a sus mercados y sean consumidos por sus habitantes.

Fiebre exportadora

Hoy Concepción, como en la época de la fiebre del oro de California en 1848, época en que se desarrolló en nuestra región una exportación triguera aportando caudales y riqueza a nuestra zona, y que está representada en nuestra Plaza de la Independencia por la Diosa Ceres de la agricultura, nuevamente tiene la oportunidad de transformarse en un exportador agroindustrial que ahora alimente el oriente, debido a su posición geográfica y contra estacional (verano en Chile, invierno en Asia) que permite que en los mejores meses de cosecha de nuestra zona, los campos del Asia se encuentren en barbecho.

Un saludo a mi ciudad, y un agradecimiento a la comunidad que ha visto en mí, méritos suficientes para otorgarme esta distinción que me compromete en lo profundo y un aliento y saludo de agradecimiento a sus habitantes, que en una de las estrofas de nuestro himno los percibe como “son tus hijos, valientes y honrados forjadores de tu tradición, donde el arte, la ciencia, el trabajo amalgaman un solo crisol”.

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