Ximena Bancalari, oriunda de Los Ángeles, escribió una historia inspirada en su maternidad que invita a reflexionar el valor del aburrimiento e imaginación.
Infantes inmóviles ante pantallas, que scrollean para cambiar contenidos y tocan botones para subir volumen o desbloquear dispositivos que saben usar casi de forma innata, muchas veces antes que hablar y caminar. Escolares siempre conectados, absortos ante el clic e inmediatez, inmersos en relaciones y actividades virtuales.
Según la “Radiografía Digital: Niños, niñas y adolescentes 2025”, en Chile 31% usó el celular por primera vez antes de los 5 años, más del 50% ya lo hizo a los 7 años y a los 10 años la mayoría tiene su teléfono. Y 38% supera las 4 horas de conexión en la semana, más de la mitad lo hace los fines de semana, gran parte del tiempo dedicado a ocio, aunque también para tareas escolares.
Las cifras alertan, traspasan cualquier límite recomendado por especialistas sobre el inicio y tiempo para un uso responsable, seguro y beneficioso de las nuevas tecnologías, mientras lo precoz y excesivo provoca efectos negativos en ámbitos diversos que afectan al adecuado desarrollo y bienestar integral, desde lo socioemocional a lo físico.
Y esa realidad que moldea a las nuevas generaciones preocupa a muchas familias que quieren aplazar esas inminentes conexiones que parecen inevitables. Ximena Bancalari, periodista oriunda de Los Ángeles y madre de tres varones, desde su primera maternidad se inquietó por esta situación que quería prevenir, iniciando una búsqueda de información y recursos para sus hijos que la llevaron a escribir “La Máquina Robapoderes”, libro recientemente reconocido en el Premio Internacional del Libro Latino en la categoría de libro infantil ilustrado educativo en español.
La escritora cuenta que el texto está pensado para un niños y niñas hasta 7 años, e invita a reflexionar sobre el valor del aburrimiento y poderes como la imaginación que se pierden ante el uso precoz y excesivo de pantallas. Dos amigos dan vida al relato, encarnando a la infancia que juega y la tecnologizada.
El escrito partió desde una necesidad personal y hoy busca impactar más allá de su hogar.
“Cuando tuve a mis hijos me di cuenta que no había ninguna herramienta didáctica para explicar a niños sobre los efectos del uso excesivo de las pantallas. Hace unos años todo lo que había era para adultos, profesores o papás”, relata.
También le pasó recibir miradas y juicios al ir a sitios públicos como restoranes, donde sus hijos sin acceso a pantallas jugaban y hacían ruido, y hasta llegaron a tildar de mal educados. “Reflexioné que, es lamentable, a la sociedad le gusta que el niño esté apagadito y ordenadito y no lo deja ser niño, el que está jugando no es educado, cuando eso es lo normal”.
Decidió escribir esta historia para apoyar a la infancia y promover su desarrollo sano. “Mi objetivo es que los niños recuperen el lugar que esta sociedad ha ido dejando de lado y vuelvan a ser libres para jugar; se desconecten de las pantallas y se conecten con el mundo real”.
La historia se centra en tres efectos que sufren cuando se exponen temprana y excesivamente, y lo transmite como los tres poderes que les roban las máquinas.
“En el libro transmito que cuando estás expuesto a pantallas se van los poderes. La movilidad, porque les vuelve inmóviles; la voz, porque les quita el lenguaje y les vuelve silenciosos; y la imaginación. Son más efectos, pero elegí estos tres”.
Y la han invitado a presentar su libro a distintos establecimientos, compartiendo con niños y niñas que se conectan con la historia 6 su realidad, expresando otros efectos o poderes robados.
Una gran inspiración de Ximena Bancalari para escribir esta historia es su historia; lo que veía que sus hijos sin acceso a pantallas hacían para vivir su infancia, mientras veía qué sucedía con quienes estaban tempranamente atrapados en dispositivos.
Y el relato tiene sustento y validación en múltiples estudios que han demostrado diversos efectos negativos y riesgos del uso precoz y/o excesivo de las pantallas, y cada vez se publican más investigaciones que alertan y orientan.

“Por ejemplo, estudios demuestran que niños que están expuestos a pantallas tienen un alto porcentaje menos de lenguaje versus los que están jugando y conversando con adultos”. Y hay alta prevalencia del sedentarismo con altas tasas de sobrepeso y obesidad infantil, más del 50% de esta población según informes como encuestas de Junaeb, que no se puede desvincular a que están jugando menos activamente en sus entornos y más pasivamente frente a pantallas.
No se trata de estar contra las tecnologías y prohibirlas, sino mediar un empleo responsable y seguro, lo que implica conocer límites y riesgos, desde la edad mínima para ofrecer acceso hasta el tiempo máximo a exponerse según la etapa vital.
La Organización Mundial de la Salud aconseja que no usar pantallas antes de los 2 años y limitar al máximo la exposición antes de los 6 años. Y las evidencias demuestran que en Chile no se está cumpliendo, podría ser por desconocimiento o falta de consciencia.
Bancalari espera aportar en una necesaria conversación entre adultos, y consciencia desde la niñez.
Por lo mismo su libro está especialmente orientado a niños y niñas hasta segundo básico, y ojalá menores, para aportar de forma preventiva e influir antes que haya exposición a pantallas y estén atrapados en la “máquina robapoderes”.