El cochayuyo es uno de estos recursos relevantes en Biobío y que ha beneficiado desde los pueblos originarios, pero han ido perdiendo lugar en la dieta.
Desde tiempos antiguos y pueblos originarios la historia, desarrollo, identidad y bienestar local se moldeó por las olas y los recursos que provee el mar. Productos que han sustentado economías, gastronomía y tradiciones que han traspasado generaciones e intentan resistir a las transformaciones socioculturales que también impactan los patrones alimentarios.
Las algas comestibles han estado desde siempre con sus cualidades, nutrido y beneficiado a ancestros y comunidades costeras de Biobío y Chile, aunque con los años han ido perdiendo lugar en la cocina.
Mientras, la ciencia aumenta cada vez más las evidencias sobre potentes propiedades y bondades de estos alimentos que son parte del patrimonio chileno, no sólo se trata de empanadas y asados, que invitan a resignificarlos y revalorizarlos para incentivar su consumo para transformar la alimentación, salud y sociedad. Y las Fiestas Patrias dan un contexto ideal para relevarlas.
El cochayuyo (Durvillaea antarctica) desde antaño ha sido una de las algas más relevantes a nivel local, siendo recurso relevante para la cultura, economía y desarrollo en distintas comunidades que las extraen y comercian. Es también el valioso símbolo local del poder de estos alimentos.
“Esta alga parda es rica en fibra dietética; minerales como yodo, calcio y magnesio; ácidos grasos omega-3; vitaminas A, C, E y del complejo B; pigmentos como la fucoxantina; y compuestos bioactivos como polisacáridos (fucoidano, laminarina y alginato)”, precisa la doctora Claudia Pérez, académica del Departamento de Botánica e investigadora del Laboratorio de Química de Productos Naturales de la Facultad de Ciencias Naturales y Oceanográficas de la Universidad de Concepción (UdeC).
Estas sustancias se atribuyen a distintos efectos fisiológicos que contribuyen con el adecuado funcionamiento del organismo y la salud.
Entre ellos destaca “propiedades antioxidantes, antiinflamatorios y antitumorales”. En beneficios más específicos están favorecer la función digestiva, inmune, tiroidea, cardiovascular y cerebral, asociándose a regular el metabolismo y prevenir la obesidad, enfermedades crónicas, deterioro orgánico, y hasta cánceres.
“En conjunto, estos compuestos posicionan al cochayuyo como un alimento funcional con gran potencial en la nutrición preventiva y la promoción de la salud”, manifiesta la doctora Pérez.
Un aporte crucial. Hoy en Chile prevalecen las complejas afecciones asociadas con dietas y hábitos nocivos. Por ejemplo, más del 74% de los adultos tienen sobrepeso u obesidad y más del 50% de escolares; y las enfermedades cardiovasculares y cánceres son primera causa de muerte.
Las algas son aliadas indiscutidas para la vida sana y el bienestar social desde antaño, y deben ocupar el lugar que merecen.
“Es relevante valorar y fomentar el consumo de algas, un alimento necesario para el desarrollo de una dieta saludable, y la sostenibilidad y mantención del patrimonio gastronómico local, ya que son parte del patrón alimentario desde etapas de la historia precolombina”, asevera la doctora Claudia Troncoso, nutricionista y académica del Departamento de Salud Pública de la Facultad de Medicina de la Universidad Católica de la Santísima Concepción (Ucsc), e investigadora del Centro de Investigación en Biodiversidad y Ambientes Sustentables.
Además de cochayuyo, destaca al luche, pelillo y chicoria de mar como otras algas importantes en la Región desde sus primeros pobladores que las consumieron y aprovecharon, con valor desaprovechado hoy. “Al igual que otros alimentos marinos, el consumo es bajo. Un informe de Subpesca para 2019 señala que el consumo per cápita alcanza los 0,19 kg/año. Este limitado consumo se ha mantenido en el tiempo en nuestra cultura”, advierte.
La cifra es lejos del ideal recomendado y sobre todo posible en una región con una costa tan productiva que permitido nutrir y desarrollar a tantas comunidades. “Promover su consumo responsable y creativo en la dieta es clave para fortalecer la salud pública y la soberanía alimentaria”, asegura.

Por su composición y evidencias disponibles en la literatura sobre ciertas sustancias, el cochayuyo y otras algas que proveen nuestra costa protagonizan diversos estudios para profundizar sobre sus propiedades, y no dejan de brindar evidencias para valorar a estos recursos y beneficios a la salud.
Entre múltiples espacios y grupos que trabajan a nivel local está el Laboratorio de Química de Productos Naturales UdeC.
La doctora Claudia Pérez participó en un trabajo sobre el cochayuyo, de resultados publicados en 2024 en una prestigiosa revista científica con el artículo “Actividades antitumorales y antioxidantes de los polisacáridos del alga Durvillaea antárctica”, liderado por el doctor Roberto Abdala de la Universidad de Málaga con quien se mantiene activa colaboración académica.
A través de experimentos in vitro, cuenta, se comprobó que polisacáridos del cochayuyo tienen alta capacidad antioxidante y protegen a las células frente al daño causado por radicales libres.
Los compuestos se aplicaron a diferentes líneas celulares de cáncer humano (leucemia, colon, mama y pulmón). Sobre ello releva que “se observó que estos compuestos pueden frenar el crecimiento de células cancerígenas, especialmente en el cáncer de colon y sin afectar de forma significativa a las células sanas”.
Son resultados prometedores, aunque iniciales con varias preguntas a responder para entender cómo el cochayuyo beneficia la salud humana. “Por ejemplo, se necesita investigar cómo actúan sus compuestos dentro del cuerpo, qué cantidad sería ideal consumir y si podrían potenciar o interferir con otros alimentos o medicamentos”, menciona. También habría que generar estudios clínicos en humanos para establecer usos y formatos específicos como nutracéutico.
Mientras, enfatiza, incluir al cochayuyo en la alimentación regular es una sencilla y excelente forma de aprovechar sus propiedades conocidas –y por conocer-.
El huiro flotador, otra alga parda, también es foco de recientes y prometedores estudios contra el cáncer en el Laboratorio. El investigador Fabián Figueroa publicó su investigación “Variación latitudinal en la composición química y actividades biológicas de fucoidanos de Macrocystis pyrifera (alga parda): primeros hallazgos a lo largo de la costa chilena” en la Revista Internacional de Macromoléculas Biológicas.
Esta alga es conocida desde lo ecológico por ser de las principales que forma bosques marinos, además se extrae para obtener subproductos de interés en distintas industrias y mercado internacional, sobre todo asiático. Y también genera en gran cantidad fucoidanos, compuesto asociado a distintas bioactividades como antioxidante, antiviral, anticoagulante y antitumoral.
“Evaluamos su actividad antitumoral en leucemia, y encontramos resultados sumamente atractivos”, afirma el doctor Figueroa. Lo que releva es que la actividad contra las células de leucemia es con dosis bajas del componente.
En otros estudios como parte del proyecto, en ratones ha evidenciado un efecto positivo sobre el sistema inmunológico, y puede ser clave ante tratamientos con la quimioterapia.
Quedan respuestas por obtener y avanzar en estudios, y de consolidar evidencias una idea posible es producir un nutracéutico en formatos como polvos o cápsulas, similar a la espirulina, otra alga.
Aunque la certeza es que queda un mundo explorar para conocer todas las bondades de estas especies y las algas en general.
La nutricionista Claudia Troncoso explica que las algas como alimento comparten características con verduras de hojas verdes. Con su rica y beneficiosa composición, también destacan por un aporte energético limitado que permite su consumo libre.
Como sucede con todos los alimentos, podrían tener alteración de los aportes nutricionales y efectos según su forma de preparación y almacenamiento. “Los compuestos bioactivos en algas, en especial las vitaminas hidrosolubles, pueden ser alterados por la forma de cocción (agua, asado o frito) o secado al sol. El consumo crudo o mínimamente remojado preserva gran parte de sus propiedades nutritivas”, afirma.
Aunque reconoce que como alimento sirven para preparar distintos platos saludables, fríos en ensaladas y ceviches o calientes con guisos y otras preparaciones, y la forma de consumo responde a gustos y patrones alimentarios individuales y colectivos, generados con años de tradiciones y también innovaciones culinarias.
“De manera popular, el cochayuyo se relaciona a preparaciones gastronómicas como charquicán, ensalada o empanadas que contienen este alimento. El luche también es reconocido en la comida chilena: papas con luche, sopas o también ensalada pueden ser preparadas con esta alga”, expone. Pero también se preparan mermeladas, dulces y salsas, por ejemplo.
Y pueden ser consumidas transversalmente a lo largo del ciclo vital y condiciones.
El único cuidado es que su inocuidad depende del estado del ecosistema de donde se extrae y/o su manipulación. La investigadora releva que el consumo de algas y alimentos contaminados pueden generar enfermedades agudas como gastroenteritis, con síntomas como vómito y diarrea que pueden llevar a una deshidratación, cuadro de alto riesgo para infantes y personas mayores.