El tiempo no es sino el área entre nuestras presencias. La faena no es fácil. Tenemos que recambiar posturas para entendernos, también restablecer modos y manera de vivir para poder cohabitar en comunión. Ciertamente, nada se consigue sin trabajo; y, en este mundo que estamos reconstruyendo entre todos cada aurora, tenemos que hacer espacio para la concordia. Quizás tengamos que salir de nosotros mismos, abandonarnos y ser dóciles para tomar otras actitudes más conciliadoras, que nos activen el entusiasmo de la verdadera acogida.
Es cierto que la realidad nos desborda, que el orbe de la comunicación anda crecido de recetas, que las cosas no son como se dicen muchas veces. Sin duda, es toda una industria de compraventa la que nos sale al encuentro en nuestro diario viviente. Por eso, es vital la comunicación interna con uno mismo. El silencio es tan necesario como la palabra, para engendrar un camino de sensibilidades y propagar el buen hacer y el mejor obrar vivencial. Puede que debamos facilitar los esfuerzos humanitarios, para llevar ayuda y expandir el número de refugios, ante el aluvión de oprimidos y desplazados.
Víctor Corcoba Herrero