Señora Directora:
Los moradores de este mundo tenemos que activar otros territorios más armónicos, basados en la confianza entre nosotros, con unos liderazgos que activen los acuerdos y el encuentro entre sí, para conseguir el triunfo de la concordia. La cuestión radica en ser instrumentos de conciliación, sembrando clemencia donde cohabite la intransigencia y poniendo auténtico amor en cada paso que ofrecemos. Nada se resiste al hálito cooperante del abrazo.
Desde luego, las tensiones siempre se resuelven mejor de un modo dialogante y con negociaciones serias, en lugar de batallar con artefactos. Para comenzar, deberíamos destronarlos todos de nuestra mirada, si en verdad queremos avivar esa cercanía, que sepa reconocer y garantizar las diferencias en la exploración de un horizonte pacífico. Hoy más que nunca, la tierra requiere de espacios crecidos en arboleda. Empujen los olmos en el alma y apáguense las armas. Somos humanos, no salvajes; con un corazón de poeta, no de piedra. Me niego a proseguir muriendo empedrado, vencido por la desesperación y enterrado por el odio. Sin embargo, me autorizo a vivir donándome, que es lo que en verdad injerta poesía en las entrañas.
En consecuencia, ante esta atmósfera de ferocidades, hay que propiciar otro estado de la mente, con una disposición a la justicia, pero también a la benevolencia, para que la amistad tampoco llegue a desmoronarse, trayendo así más sosiego al mundo.
Víctor Corcoba Herrero