Las personas, en su anhelo por alcanzar un estado de total bienestar, persiguen una vida alejada de cualquier tipo de dolor y malestar. Esto, acompañado de una cultura caracterizada por la inmediatez en que muchas veces pareciera inviable la espera por una evaluación y diagnóstico, ha devenido en el uso indiscriminado, irresponsable y no prescrito de medicamentos, práctica que se conoce como automedicación.
Es importante destacar que la automedicación puede conllevar riesgos de diversa consideración para la salud de quienes la practican, por ejemplo, náuseas, gastritis, intoxicación, dependencia o adicción; es más, según datos recabados por el Centro de Información Toxicológica de la PUC, la automedicación se ha transformado en una problemática a nivel nacional, pues los fármacos ocupan la primera causa de intoxicaciones a nivel nacional con un 58%, siendo los analgésicos, antihistamínicos, antidiarreicos y ansiolíticos los mayormente utilizados dada su condición de medicamentos de venta libre, a excepción de estos últimos. Ocasionalmente, las personas piensan que los medicamentos con este tipo de disposición pueden ser consumidos libremente, incluso como medida preventiva, sin embargo, esto puede causar efectos adversos, e incluso retrasar el diagnóstico de una enfermedad por el silenciamiento de los síntomas.
En este contexto, el llamado es a no minimizar los síntomas físicos y psicológicos, y privilegiar la atención sanitaria brindada por profesionales especializados en lugar de la automedicación.
Es fundamental recalcar que la salud no tan solo es un derecho, sino que también es un deber que se debe tomar con responsabilidad, considerando las consecuencias de los actos que realizamos.
Pía Bustamante Barahona- USS