Señora Directora:
Soy uno de los centenares de ex prisioneros políticos del estadio regional de Concepción. En esa condición he participado como relator permanente en las Rutas de Memoria organizadas por la Municipalidad de Concepción, contando a estudiantes de enseñanza media y universitaria lo ocurrido en ese campo deportivo entre septiembre y enero de 1974.
Por lo mismo, encerrado en casa por la pandemia y a mis 75 años, he leído con mucha emoción la crónica de Paulo Inostroza donde entrevista al conocido futbolista, Rolando García, quien relata los difíciles momentos que, como todo el país, vivió el fútbol chileno a comienzos de la dictadura militar.
Efectivamente, el estadio municipal se transformó, desde el mismo 11 de septiembre al 21 o 22 de enero del 74, en un campo de prisioneros políticos. Lo recuerdan un par de placas colocadas a la entrada del estadio por los ex prisioneros de Chacabuco y la municipalidad de Concepción que, como organismo del Estado, reconoce que el Estadio fue un campo de prisioneros políticos “donde se torturó a hombres, mujeres y niños”.
Colaboré en la investigación que realizó la periodista María Eliana Vega para escribir el libro “Mis días en el Estadio”; conocimos muchos testimonios, pero no tuvimos la oportunidad de conversar con los otros “afectados”: los deportistas.
Me impactó el relato de Rolando García, pues, en honor a la verdad, no sabía que después del primer partido jugado por “El León de Collao”, ese grupo de futbolistas había tenido el gesto, de no bañarse en los camarines que días antes eran “la celda 1, 2 hasta la 6”.
Parece un gesto sin importancia. Pero relatado 47 años después adquiere un valor especial. Se trata de un gesto que en ese “difícil periodo” era un verdadero acto de rebeldía. Gracias Rolando García, pues, seguramente, sin querer, estás contribuyendo a completar una historia en la que siempre habrá una nueva arista que conocer.
Gabriel Reyes Arriagada
Dirigente de DD.HH.