Carta al director

Críspulo Gándara

Por: Diario Concepción 25 de Agosto 2019

Si tenemos que hablar de un payador chileno de la más alta calidad artística, la figura de Críspulo Gándara, salta a la conversación en cualquier círculo en que se trate el tema.

Críspulo Gándara, llega a este mundo el año de 1883, siendo el hermano mayor de una familia de doce hermanos, cuyo padre era un obrero de escasos recursos. Como toda familia modesta de esa época, el hermano mayor apenas tenía edad para ayudar salía a ganar algún dinero para a poyar la familia. Críspulo no estuvo ajeno a este destino y ya a los doce años de edad salió a trabajar como ayudante aprendiz de hojalatero, profesión que aprendió y ejerció hasta su muerte alternándola con la música.

Desde muy joven Críspulo, cultivo su amor por la música y su capacidad para la paya picaresca que sin llegar a lo grosero embellecía las notas musicales y no había fiesta en que no estuviera presente el joven artista, y no fuera invitado como el mismo decía, las más de las veces impagas.

Todos quienes lo oían cantar y tocar la guitarra, le aconsejaban trasladarse a Santiago a mostrar su novedoso trabajo de guitarra y paya. Recuérdese que por aquel entonces, la mayoría de la música envasada venía desde Estados Unidos y la Argentina, países que contaban con sellos grabadores.

Trasladado a Santiago, muy pronto creo su propio conjunto “los Huasos de Pichidegua” y “Los Trovadores de Arauco”, siendo estos los grupos más importantes que organizara y dirigiera Críspulo Gándara y que trascendieron los estudios de grabación, con los cuales paseo su música por todo Chile y gran parte de América de Sur.

Hacia 1932, el sello Odeon comenzó a grabar discos en Chile y los grupos de Gándara fueron los primeros en su género en pisar un estudio de grabación, la picardía de la paya de Gándara, cautivo la audiencia chilena, donde las primeras emisiones de radio comenzaban a tener lugar en Chille y él, empezó a abrirse a un nicho musical inexistente por aquel tiempo en la música folclórica que se escuchaba, pero de larga tradición en el campo chileno.

Críspulo, se inspiró en los diversos aspectos del acontecer cotidiano del país, e hizo verso a cuanto acontecimiento de importancia o personaje que resonara en el país, entre estos tenemos el vals dedicado a la tragedia del hundimiento del transporte Angamos, disco que tuvo tal éxito que los estudios Odeon, obsequio a Gándara en su época un automóvil de lujo como premio.

Junto con la popularidad llegó a Gándara también el desahogo económico que derrochaba a manos llena en su generosa bohemia. Sus mejores épocas fueron aquellas en que competía en los años treinta con grupos como los Quincheros, los Provincianos y los Cuatro Huasos, se puede decir que era lo mejor de Chile a finales de la década de los cuarenta.

Hacia 1945, Críspulo Gándara regresó a Concepción y emprendió una serie de negocios con los cuales mantuvo una precaria vida. Hacia 1971, el congreso Nacional premio a la artista, otorgándole una pensión de gracia para que viviera, pensión que nunca llego a recibir, pues el diario anunciaba el 5 de julio de ese mismo año, la muerte del más auténtico payador chileno.

Recordadas son en Concepción las intervenciones que tuvo Críspulo Gándara con otro grande del folclore penquista, me refiero a la memoria del huaso Puente, cuyos contrapuntos eran muy celebrados por la concurrencia, por lo bello y chispeante de los versos que salían al momento de la inspiración de estos dos grandes artistas de la paya local.

Hoy en la comuna de Hualpén, como homenaje a este payador, una población lleva su nombre y en Concepción se promueve por estos días dar a una calle de la comuna el nombre de este insigne artista penquista.

Alejandro Mihovilovich Gratz
Profesor de Historia y Geografía
Investigador del Archivo Histórico de Concepción

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