Carta al director

Morir en el óvalo

Por: Diario Concepción 17 de Julio 2019

Hace pocos días se dio a conocer a través del Informe ONUDD que, no obstante Chile tiene la menor tasa de homicidios de la Región, lidera en la tasa de muertes al interior de los recintos penitenciarios. Aunque en los últimos años se han realizado importantes avances en el acceso a nuevos programas de reinserción al interior de la cárcel, reducción del hacinamiento y en segregar población penal femenina, parece ser insuficiente a la hora de controlar y reducir los niveles de violencia en especial entre la población masculina.

La Cárcel no opera como un sistema aislado de las condiciones de quienes llegan allá. No es un amortiguador que mitigue la violencia de base o el consumo de drogas que cataliza las conductas disruptivas. Las condiciones de exclusión que enfrenta la población penal están a la base de conductas problemáticas y, por consiguiente, del inicio, la consolidación y cronicidad de trayectorias delictuales.

El año 2015 el Estudio de Exclusión Social en personas privadas de libertad, impulsado por Fundación San Carlos de Maipo, en conjunto con Paz Ciudadana dio cuenta del agravamiento de los niveles de exclusión y la baja efectividad de la cárcel en reducir la reincidencia. La privación de libertad es ineficaz para la reinserción social. Erradicar la Violencia en la Cárcel es un anhelo importante en las autoridades de Gendarmería, de hecho acaban de anunciar el Plan preventivo “Tu Vida nos Importa”, plan que ciertamente se valora, ya que se hace parte del problema buscando que se rompa la normalización expresada en el duelo de los patios.

Asimismo, el Ministerio Público instruyó que todos los decesos se investiguen como ‘potencialmente ilícitos’, ambas señales de la autoridad apuntan correctamente a deslegitimar el uso de la violencia.

Sin embargo, las múltiples entradas y salidas del sistema establecen ineludiblemente espacios permeables a los niveles de violencia que se expresan en sus entornos de origen o destino, la configuración de bandas criminales, la operación de organizaciones fuera de los muros, parecen nutrir en un continuo que requiere de una acción decidida no sólo al interior de la cárcel, sino fuera de sus límites.

Es un gran desafío reducir los niveles de violencia en la Cárcel y sin duda para ello se requerirá de mejorar las condiciones al interior, pero también es necesario avanzar con urgencia en modelos post penitenciarios efectivos para la inserción social de las personas que cumplieron su condena, reconocer en ese proceso la diferencia entre hombres y mujeres y la integralidad de la intervención que hoy parece estar sustentada exclusivamente en la oportunidad laboral sin considerar las dinámicas personales, familiares y comunitarias.

Por Marcelo Sánchez
Gerente general de Fundación San Carlos de Maipo

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