Señor Director:
Las mentiras y verdades a medias son habituales en el lenguaje político. Las campañas de desinformación, incluyendo la mentira descarada, son un elemento clásico utilizado por los regímenes dictatoriales de todas las orientaciones. El nombre de Goebbels es icónico en este contexto.
Pero no sólo las dictaduras utilizan estos recursos, como lo demuestran diversas falsedades incluidas en los tuits y en otros mensajes difundidos por el presidente de los Estados Unidos.
En Chile estamos viviendo las consecuencias no menores de una mentira generada en una unidad de Carabineros de Chile, que al expandirse contaminó áreas de responsabilidad administrativa y política de la institución y del Estado.
Otras instituciones, como la Iglesia Católica, han experimentado en forma violenta las consecuencias de haber mantenido, por decenios, ocultas verdades execrables.
Todo parece indicar, sin embargo, que en el mundo de las redes sociales y la intercomunicación global el ejercicio de la mentira es cada vez más difícil. Porque, si bien las redes facilitan la difusión de las llamadas “fake news”, también ayudan a controlar y fiscalizar el ejercicio de la comunicación política.
Jorge Gillies