Señor Director:
Siempre he sido hincha del Colo pero en algún punto de mi vida entendí que frustrarme y amargarme por cosas sobre las cuales no tengo control, ni dependen de mí, es simplemente desperdiciar el tiempo y la vida. Está bien ser apasionado pero no concibo amargarme si a Guede a final de mes igual le llegan 50 palos a su cuenta corriente, por ejemplo. Por esa razón no vale la pena ni la molestia.
Colo Colo, así como otros equipos que se convirtieron en S.A., no representan los ideales por los que se fundaron ni honran su tradición, es un producto de mala calidad que se cimienta sobre las ilusiones de los incautos.
Ni siquiera hay amor por los colores, por eso se termina perdiendo miserablemente con equipos folclóricos como “Delfín”. En mi caso, cada vez me siento más alienado de este “equipo”, particularmente después de lo que pasó el 6 de diciembre de 2015 en Valparaíso. Las derrotas y los fracasos son parte de vida y el aprendizaje, pero el no tener amor propio, honor y respeto deportivo son cosas con las que no comulgo ni jamás comulgaré.
Ni hablar de los hinchas que viven en una burbuja creyendo que aun somos “un grande de Sudamérica”, enrostrando logros de hace 30 años, menoscabando y riéndose del resto. Otro baño de humildad, la realidad es dura cuando te pega en la cara.
Pedro Araya Llanca