Carta al director

5 de abril: paz en el norte, guerra en el sur

Por: Diario Concepción 05 de Abril 2018

Tradicionalmente hemos oído desde pequeños que el 5 de abril de 1818 se fraguó la definitiva independencia de nuestro país después de la batalla de Maipú, que se llevó a cabo en dichas tierras. Si bien ello es cierto, las consecuencias de esa victoria del bando patriota (dirigido por Bernardo O’Higgins y José de San Martín) fueron disímiles en las provincias del naciente país: pensemos en Chiloé, que siguió siendo parte del Virreinato del Perú (y, por ende, leal al rey) hasta el Tratado de Tantauco (1826).

En el caso penquista la historia fue más bien dramática: después de la famosa batalla, los restos del ejército leal al rey Fernando VII huyeron en distintas direcciones, pero la que más los atrajo fue la zona de la Frontera penquista, dado que desde Talcahuano y San Vicente aún se podían recibir recursos, armas, soldados de parte del bando leal al monarca español (Chiloé y Lima). Fue por eso (y otras razones más estratégicas) que en Concepción la alegría por la victoria del norte no duró mucho: acá se instaló la Guerra a Muerte (al decir de Vicuña Mackenna), un sombrío episodio post independencia que generó destrucción y un reguero de sangre que, finalmente, fue acabado por las tropas del recientemente creado Ejército de Chile, venciendo a sujetos como el cura Ferebú, Juan Manuel Picó o Vicente Benavides. Tras esos sucesos, que la historiografía fija terminados en 1824, recién vino un cierto período donde se pudo organizar un sistema de gobierno local que perduró en el tiempo y consolidó muy paulatinamente la presencia del Estado de Chile en estas hermosas tierras bañadas por las aguas del Río Bío Bío.

Carlos Eduardo Ibarra Rebolledo
Académico Pedagogía de Educación Media en Historia y Geografía, Universidad San Sebastián

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