Carta al director

Enrique Moreno, un sacerdote necesario

Por: Diario Concepción 01 de Marzo 2018

Pocos, como él, pudieron hacer vida aquello de “por sus obras los conoceréis” o del más sencillo (o más complicado) de “ama a tú prójimo como a ti mismo”. Enrique Moreno Laval, sacerdote de los Sagrados Corazones, quien falleció el domingo  25 a los 76 años en Quito, Ecuador, lo hizo.

De sus acciones y obras apostólicas supo su feligresía repartida por varias ciudades de Chile, pero muy especialmente  Concepción donde desarrolló buena parte de su vida sacerdotal. Abnegado, generoso y siempre dispuesto a ayudar, a quien lo necesitara, pero muy especialmente y dada la  época en que le tocó vivir: a los perseguidos por razones políticas tras la dictadura militar.

El mismo estuvo detenido en el Estadio Nacional en septiembre de  1973. Cuando eso sucedió, y contra toda expectativa y esperanza, hizo misas en el lugar que no solo era entonces centro de detención, sino de  torturas. A las Eucaristías asistían todos los detenidos, fueran o no creyentes, algunos soldados incluso se asomaban con buena disposición y hasta el comandante del Estadio dispuso, en una ocasión, una mesa para que se ocupara como un altar. Todos estos detalles, Enrique los recuerda, con serenidad y sin rencores, en su  libro “Mis días en el Estadio Nacional” escrito hace tres años. El transformaba los lugares y quién sabe si tocaba los corazones de aquellos que parecían no tenerlo.

Periodista, profesor, formador de religiosos, todas sus actividades estuvieron marcadas por los principios evangélicos,  con una especial cercanía al hombre común insertándose en la realidad social donde actuaba, anticipándose aquello que el Papa Francisco solicita reiteradamente hoy a los sacerdotes católicos.  Precisamente su última designación como párroco fue  en la Iglesia San Pedro y San Pablo de la populosa comuna de La Granja, en la Región Metropolitana. Allí seguía las huellas del padre Esteban Gumucio, hoy postulante a la santidad.

Conocí a Enrique hace más de cuarenta años. Lo vi casar, bautizar, confirmar, dar la unción de los enfermos, hacer misas de despedida y dominicales, infinidad de veces, dirigir la Vicaría de la Pastoral Obrera en Concepción, denunciar y proteger a los perseguidos del régimen militar. Asistió y dio la extremaunción en los dramáticos momentos en que Sebastián Acevedo se inmolaba suplicando la libertad de sus hijos detenidos. Dirigió un programa  de radio en Concepción donde le dio voz a quienes entonces no tenían ninguna.

Fue vicepresidente del Consejo Regional Concepción del Colegio de Periodistas en el  período 1982-1984 y del cual también formé parte. No eran tiempos fáciles para los periodistas, los medios de  comunicación ni la  libertad de expresión, pero siempre Enrique estuvo a disposición de sus colegas para analizar, discutir y  sobrellevar situaciones complejas.

Conmueve su partida a una edad aún temprana, en un tiempo donde se necesitan más que nunca sacerdotes como él que ayuden a la Iglesia Católica chilena a reencontrarse con tantos fieles escépticos, dubitativos, desilusionados o simplemente desengañados al  constatar  situaciones de abusos y atropellos a la dignidad de las personas cometidas por sacerdotes.

Consuela saber que como hombre de fé, tenía plena disposición a hacer la voluntad de Dios que dispuso su partida tras unos días de agonía en Quito, donde se encontraba dirigiendo un retiro espiritual. Quienes   compartimos con él, su feligresía, sus colegas, la comunidad de los Sagrados Corazones  y su familia podemos estar tranquilos y agradecidos de haberlo tenido y que nos haya legado lo bello, lo justo y lo bueno que significó su vida y su sacerdocio. Y  la explicación de porqué quisimos tanto a Enrique Moreno, y lo más  importante de porque, seguimos siempre confiando en su palabra

 

Mónica Silva Andrade

Periodista

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