Carta al director

Sacro, profano y social: Triunfante variedad en último concierto de la Sinfónica UdeC

Por: Diario Concepción 21 de Noviembre 2017

Solemnidad religiosa, sentimientos íntimos y nuevos aires sonoros en torno a una problemática social, se entrelazaron en el cierre de temporada de la Orquesta Sinfónica UdeC. El director ruso Vladimir Simkin, viejo conocido de los músicos, lideró una variopinta oferta musical que reflejó distintas facetas estéticas con que puede lucirse la reputada agrupación del Biobío.

Revisitando una de las obras ganadoras del concurso-convocatoria que ha nutrido de interesantes propuestas el acervo de la orquesta, en la delantera del concierto se ubicó ‘Y todavía tiene una pena’ de René Silva, compositor que se ha vuelto muy demandando por los conjuntos a lo largo del país, teniendo esta pieza en particular una proyección más allá de su origen penquista (este año se tocó también en La Serena y es probable que se monte en Santiago). Coincide también con el centenario de Violeta Parra pues es una respuesta a la canción ‘Arauco tiene una pena’ que aparece citada por los cornos hacia el final. La versión de Simkin privilegió la claridad orquestal por sobre los dramatismos inherentes a una meditación sobre un conflicto que sigue vigente en el país. La diestra mano del ruso saco lustre al magnífico trabajo colorístico de este habiloso compositor.

Un enorme acierto fue el programar el ‘Te Deum’ de Anton Bruckner, compositor clave del romanticismo que curiosamente ha sido esquivo en nuestro país. Si sus sinfonías (salvo la 4a) se tocan poco en Chile, la música coral y religiosa menos. La versión buscó la majestuosidad musical a modo de paroxismo devocional. El Coro de la Universidad Concepción, si bien no cuenta con el tamaño adecuado para una obra como esta, en lo musical se mostró suntuoso y equilibrado, y en eso hay que elogiar el trabajo de su preparador Carlos Traverso. Lo mismo para el magnífico cuarteto de solistas: la soprano Patricia Cifuentes, la mezzo Gloria Rojas, el tenor Luis Rivas y el bajo Sergio Gallardo. Juntos y por separado, ensalzaron la interpretación. Solo en el último movimiento la orquesta tuvo sinuosidades que rápidamente fueron resarcidas por el director.

El cierre fue con Tchaikovsky y su omnipresente Quinta Sinfonía, que no necesita mayor introducción. De la mano de Simkin, se configuró una interpretación esperablemente idiomática, y lo suficientemente correcta para generar la aclamación de los presentes. Por ser el último concierto, la orquesta regaló dos encores, dos fragmentos del ‘Cascanueces’, acaso como anticipo de época navideña.

 

Álvaro Gallegos M.

Etiquetas