Señor Director:

Terminando el semestre aparecen incertidumbres en los estudiantes en relación a su rendimiento académico. En este tema no sólo debemos atribuir responsabilidad a los estudiantes, sino que reflexionar en torno al sistema educativo en general y cómo las variables intrínsecas y extrínsecas interfieren en el desempeño académico.

Lo primero es que el mal rendimiento no es sinónimo de fracaso. Las malas calificaciones pueden servir de aprendizaje y estimular el proceso reflexivo en el estudiante, lo que repercute positivamente en su crecimiento. Sin embargo, para lograr este procesamiento sin ansiedad hay que identificar cuáles fueron los errores cometidos, más que paralizarse y sentirse mal.

Debemos hacer un listado de acciones relativas al estudio y definir cuáles no se hicieron o se hicieron mal. Luego hay que ser capaces de definir cuáles están bajo el control y cuáles salen de nuestro control. Este es un primer filtro que permitirá visualizar en cuáles debemos poner nuestros esfuerzos.

Es así como cada estudiante podría delimitar diversos escenarios en los cuales él puede intervenir directa o indirectamente para que se modifiquen.

Debemos pensar en los factores que intervienen en el mal rendimiento y analizar cómo se podrían modificar para subir las calificaciones. Los que dependen del estudiante pueden ser intervenidos por el mismo, pues solo se trata de voluntad. En esta esfera encontramos la gestión del tiempo, la organización de los materiales, la toma de apuntes, la atención en clases, participación en grupos de estudio, incentivar la curiosidad, dedicar tiempo sistemático al estudio, participar en clases, entre otras. Y por otro lado, están aquellos que no son siempre controlables por el estudiante, pero sí puede intervenir indirectamente para que mejoren. Acá tenemos, por ejemplo, incentivar nuevas metodologías en aula, sentir apoyo de familiares y amigos, dialogar con los profesores, preguntar por estrategias de evaluación a los docentes, etc.

El interés será un buen aliado al momento de ocuparse de subir las calificaciones. Este permite movilizar energía, canalizar emociones negativas e incentivar la mejora con una nueva mirada que se centralice en optimizar los recursos con los que se cuenta.

Javiera Hernández Fernández
Psicóloga y coordinadora de Formación Integral
Universidad San Sebastián