La repulsa hacia lo distinto nos hace cerrarnos en las redes sociales para acceder sólo a lo que nos reafirma caricaturas y prejuicios que nos hacen deshumanizar al “otro”, que no es más que uno mismo.
En virtud de las enormes demandas económicas y sociales, que tienden a aumentar la presión fiscal, resulta prioritario el concurso de la voluntad política para lograr una gestión eficiente de los recursos.
Se debe asegurar al pueblo una intervención continúa en el gobierno en el contexto de una profunda cultura política que vaya más allá de los plebiscitos y las redes sociales.
El activismo virtual no tiene la capacidad que si pueden construir las grandes movilizaciones en las que se marcha codo a codo con un otro.
Solo es posible la democracia, en cuanto sistema de convivencia social, bajo el imperio de la Ley y en ningún caso sonetida al imperio discrecional de los hombres.
Para los autoritarios de corte populista es mejor negar la enfermedad global, que para ser enfrentada y vencida requiere de colaboración, es decir, de medidas que van contra los nacionalismos exacerbados, ya que, a diferencia de las guerras, la pandemia no enfrenta a las naciones entre sí, sino que las obliga a cooperar entre ellas, apoyándose en la ciencia y en la razón y no en fanatismos ni fábulas políticas.