Política

Óscar Godoy, las presidenciales 2017 y lo que está en juego con el nuevo gobierno

Por: Luz María Astorga 24 de Diciembre 2017
Fotografía: Cedida

Esto podría titularse también como “Lo que nadie dice”. El académico cree que en lugar de estar distraídos viendo quiénes serán los ministros, a qué acuerdos llegará el gobierno con la multiplicidad de fuerzas políticas en el Congreso o cuál será el mecanismo, debiéramos estar atento al asunto de fondo: la socialdemocracia y la izquierda están en crisis en el mundo; los expertos creen que tardarán una generación en consolidar la renovación.

La misma vista al Forestal. El sillón de terraza de fierro verde con cojines blancos de cara al parque y al cerro en exactamente la misma ubicación. Es mediodía, igual que hace un año. Óscar Godoy Arcaya entra a la sala del iluminado departamento y se posiciona en el mismo sillón. Yo también. Como si nos hubiéramos congelado en el tiempo. Pero no. Después de un año de intensa campaña, de ires y venires, él –ex embajador plenipotenciario en Italia durante el primer mandato piñerista- ha cambiado algo… pero no su inagotable pericia para tocar la médula de la coyuntura que, casi siempre, nos distrae con temas menores, mientras los asuntos de fondo avanzan sin que nos enteremos.

Hace unos dos meses renunció al consejo directivo del CEP para dedicarse más a leer y escribir, pasión que lo alimenta a diario. Doctor en Filosofía de la U. Complutense, miembro de número de la Academia de Ciencias Sociales, Políticas y Morales del Instituto Chile, profesor y ex director de Ciencia Política UC, y sobre todo un estudioso, sigue los procesos políticos de Chile y el mundo al dedillo. Y con todo lo que sabe, debe ser de los pocos que no se sorprendió con los 9 puntos de Sebastián Piñera sobre Guillier.

“Esos dígitos habían aparecido en las encuestas. Cuando se preguntaba quién creía que iba a ser presidente, Piñera llegó a marcar 60%. Un porcentaje demasiado alto, inflado. Pero revelador porque cuando la gente no quiere decir por quién votará lo hace de manera indirecta. Además, los sondeos evidenciaban una evaluación muy mala del gobierno en general, que venía siendo castigado por dos años seguidos. Sí, hubo resultados inflados que dieron hasta 48% para la primera vuelta, pero en la segunda anduvieron cerca”, dice cerrando el tema.

En septiembre pasado no lo veía tan simple. A Cambio21 dijo que la suerte no estaba echada, que existía una alta probabilidad de que Piñera se impusiera por pocos votos, pero que también podría ganar Guillier.

Y en enero, a Diario Concepción, declaró que estábamos en una situación de incapacidad de prever el futuro político y que, al margen de la oferta de la centroderecha, entre los probables candidatos oficialistas (Ricardo Lagos, José Miguel Insulza y Alejandro Guillier), el único capacitado para hacer lo necesario era Lagos. Convencido, eso sí, de que la centroderecha estaba mejor preparada, veía como asunto perentorio que Piñera resolviera “su situación con el dinero”.

Godoy también ha sido de los pocos en la centroderecha que corrige el entusiasmo de muchos piñeristas frente al triunfo sobre Guillier: “No fue paliza. Paliza es lo de Macron en Francia, que redujo a la nada al partido socialista, ganando con 70%”.

– Pero acá, hay algunos tentados a empoderarse con ese 9%; han pedido, por ejemplo, que el Gobierno frene el trabajo legislativo.

– Nunca faltarán los que piensen así, pero Piñera es inteligente, pragmático. Eso significa que priorizará las materias y va a graduar los acuerdos necesarios para llevarlas a cabo en el menor tiempo. Ese será el eje. El aprendió mucho de su primer gobierno. Ha cambiado.

– Ese no fue tan bueno.

-No.

-La excelencia no funcionó, hubo errores en el Censo, en obras como el puente Cau Cau, la delincuencia no se acorraló, Codelco no fue capitalizado a pesar del alto precio del Cobre (US$4 por libra). Costó el manejo político, especialmente al comienzo.

-Fue bueno económicamente, se crearon empleos, pero a mi juicio… Mire, al asumir me entrevistó la revista Cosas y me preguntaron cuál iba a ser la medida del éxito de su mandato. Contesté: “Lo fundamental será dejar sucesión, crear un proceso de largo plazo”. Años después, la misma periodista me tocó el tema. “¡Cómo no voy a reconocer que fracasó en lo fundamental!”, le dije. Oiga, pero 2010 nadie hablaba de la sucesión, ahora todos lo repiten- agrega medio en broma.

Lo que no se dice en voz alta

– Sigue pensando en la sucesión, imagino. Pero antes de llegar a eso, ¿cómo deberá ser el nuevo gobierno, considerando que no tendrá mayoría en el Congreso, que existe fragmentación política, que deberá buscar apoyos? Todo hace prever un mandado moderado, de centro. Chadwick ya dijo que están abiertos a acercamientos con todas las corrientes.

– Va a ser complejo.

– Arturo Fontaine, ex director del CEP, declaró a Qué Pasa que se habla de “tiempos mejores”, pero que en realidad serán “tiempos chúcaros”.

– Habrá necesidad de acuerdos y consensos para avanzar. Es la primera premisa. Pero, a mi juicio, este gobierno se inscribe en un proceso más amplio, del cual nadie habla. Mire, en Europa, la socialdemocracia está en grave crisis y, en consecuencia, la centroizquierda también. Los grandes artífices de la construcción de las sociedades en democracia piensan que no van a lograr un cierto nivel de renovación de sus ideas hasta dentro de una generación. Por tanto, deja vacante un espacio político muy importante. Por otro lado, la izquierda más radical está condenada, tiene sobre ella la lápida de su difícil armonización con una democracia liberal y una economía fuerte de mercado en pleno desarrollo. Porque la crisis del capitalismo se está superando. Como decía Lenin, el capitalismo se recrea, saca fuerzas, se repone y cada vez se expande con más vigor. La demostración es China.

Continúa:

– El contexto intelectual, político, práctico, es proclive a mandatos de centroderecha. Por tanto, si el de Piñera interrumpe el proceso de refundación abierto por la NM, será exitoso y a la izquierda chilena le irá muy mal, porque quedará detenido el proceso puesto en marcha por Bachelet; paralizado como están todos los de izquierda en el mundo.

– Pero existen demandas, la sociedad ha cambiado, urgen por cambios en educación, previsión, salud… hasta de Constitución.

– Lo que pasa es que hoy existen respuestas. La cartera de proyectos del programa contiene reformas persuasivas para la gente.

– ¿A cuáles se refiere?

– Por ejemplo, la previsional es completamente distinta a lo que planteaba la centroderecha hace un tiempo, que proponía mantener el status quo, algo grotesco: que bajaran las comisiones y subieran las cotizaciones. Ahora es distinto. El Pilar Solidario de Bachelet está asumido, es muy importante y hay que fortalecerlo sobre todo para las pensiones bajas. Existen muchos proyectos para atender las demandas insatisfechas. Me parece que son convincentes, racionales, graduales y no se diferencian de los que tenía Guillier.

Plan en marcha: 3 mandatos al hilo

– ¿Qué tiene que hacer el presidente electo para abrir un ciclo político nuevo de larga duración, en el contexto histórico mundial que describe?

– Enrielar la economía para que sea productiva, exista inversión, mayor empleo y un alza importante de los ingresos. Todo esto es presupuesto para lo que viene: un segundo y, ojalá, un tercer mandato de centroderecha. La perspectiva son 12 años, a lo menos. Es lo que se empieza a trabajar. Esa es la cuestión de fondo que está en juego, mientras todo el mundo se distrae viendo quiénes serán los ministros, en qué se pondrán de acuerdo, cuál será el procedimiento. El asunto es otro. El PC lo sabe muy bien.

– También los socialistas.

– Sí, claro, el socialismo francés quedó en cuarto o quinto lugar. Acá, ¿cuántos diputados sacaron? 15. Acuérdese de mí para las próximas parlamentarias.

– Carlos Ominami dice que simplemente se quedaron sin alternativa frente al capitalismo.

– Claro, él tiene buena información.

– Retomando: su apuesta es por un largo periodo de centroderecha.

– Sí, el programa es para fines de largo plazo. Requiere de sucesión, si no, lo consideraría fracasado.

– Como sucedió cuando tuvo que pasar el mando a Bachelet. Y como pasa con ella que entregará sus dos gobiernos a él.

– Lo de Piñera sería peor. Se perdería una gran oportunidad. El contexto, lo que sucede en el mundo, indican que es el momento preciso para avanzar en la dirección correcta, que es crear un verdadero nuevo ciclo político, donde lo económico sea instrumental, pero muy importante porque la gente busca bienestar, prosperidad. Estamos en una sociedad muy individualista, materialista, consumista. Hay que reconocer aquello, ser realista.

– Tal vez no sea tan fácil. La centroizquierda tiene que replantearse objetivos y domicilio político. El Frente Amplio demostró no tener mucha ideología. La DC tiene un pie en cada esquina. En la derecha también existe diversidad. Entonces se debe construir un nuevo orden, que no se sabe qué forma pueda tener. Hay que construir un gran acuerdo, dicen algunos nostálgicos de los 80. En esta línea, ¿qué piensa de la visita que hizo Ricardo Lagos a Piñera por dos horas? 

– Piñera abrirá distintas líneas de comunicación con todo el espectro político y, obviamente, el apoyo que pueda recibir de Lagos es fundamental, por la autoridad que tiene, por las ideas y la apertura que ha demostrado hacia el liberalismo en el último tiempo.

– Por eso mismo no lo quiere el Frente Amplio.

– Dicen que es neoliberal… pegotes que le ponen a la gente.

Autocrítica en serio

– En estos días pos derrota, llama la atención que el oficialismo no haga una autocrítica seria, de fondo. Incluso algunos sacaron cuentas alegres del fracaso. ¿Cómo lo explica?

– Han pasado pocos días. Una autocrítica válida no se puede hacer de inmediato.

-¿Qué fue, según usted, lo gravitante en el resultado? Unos dicen que la clase media emergente, que es precaria, pero no quiere perder lo que tiene. Otros hablan del miedo ante un Chilezuela, miedo al comunismo. El poeta Raúl Zurita dice que fue un “Todos a sus puestos”, que hizo la derecha después de la primera vuelta.

– Lo de Zurita es un error de perspectiva. Una cosa es organizarse bien y otra captar bien.

– ¿La clase media emergente, entonces?

– El concepto de clase media no tiene ninguna validez. Hablemos de sector medio. Los especialistas dicen que es el 63% de la población chilena. Si trasladamos eso a los 7 millones de votantes, resulta que equivalen a más de 4 millones. Esa es la gran mayoría. Obviamente fue un propósito de la candidatura ganadora desde el comienzo, cuando Piñera habló de la red protectora. Es un target sociopolítico importantísimo.

Además, la derecha tuvo la sabiduría de organizarse de acuerdo al proyecto modernizador democrático, cumplió con todos sus pasos y fue a primarias, cosa que no hizo la NM y que resulto grotesco: los pioneros, los adalides de esta renovación democrática que son las primarias, ¡abandonaron el sistema! Incluso Guillier cometió error craso al decir que si no había primarias, se bajaba. Y no lo hizo. Ahí demostró que era blandengue.

“NO SOMOS VÍCTIMAS PRÓXIMAS DEL COMUNISMO”

– Llamó la atención el uso del comunismo como arma de campaña. ¿Usted piensa que hubo riesgo real?

– No. Eso fue absurdo. Ridículo. Chile ya está en un proceso avanzado de modernización que, en cierta manera, lo inmuniza. No somos víctimas próximas del comunismo, pero sí de una crisis de la socialdemocracia.

– Aun así, lo del comunismo ¿prendió en el votante?

-No, fue algo periférico. Las redes sociales lo inflaron. Lo que sí sé –porque tengo familia venezolana que han sido ministros, autoridades- es que para Chávez había que destruir el sistema de Chile porque era el ejemplo exitoso de democracia representativa con economía de mercado. Y lo veía como muy peligroso para el proyecto del socialismo del siglo 21.

EL GRAN SILENCIO

En esta elección –la más tensa desde la de Lagos y Lavín en 1999- solo una candidata habló de probidad y ética, asunto relevante luego de enterarnos del financiamiento irregular de la política que se impuso transversalmente, y de las colusiones ejercidas por los grandes grupos empresariales.

Carolina Goic, DC, plantó su bandera, no fue a primarias y en primera vuelta vivió un duro fracaso, con menos del 6% de los votos. Salió de escena y con ella la perentoria necesidad de recuperar la ética y probidad. Nadie dijo nada, nunca más.

“Terrible, terrible”, comenta Óscar Godoy. “La colusión es la negación misma del mercado”, reitera, agregando que las reformas que se han hecho la han transformado ya prácticamente en delito, pero a diferencia de sociedades avanzadas siguen teniendo penalidades muy bajas. “Hace diez años, en Estados Unidos, un empresario fue condenado a cadena perpetua por delitos económico”, indica.

– Acá tenemos pendiente el fideicomiso de Piñera. La ley da plazo hasta junio de 2018, pero ¿no cree necesario zanjarlo lo antes posible?, ¿dar señales?

– No se trata de hacer cosas de buena gente, hay que cumplir la ley. Esto toca también a parlamentarios. Mire, en Estados Unidos, si un senador rico viola la norma, y esto puede ser simplemente que lo vean en un restorán comiendo con quien le administra los bienes, eso ya es delito. La comisión de ética lo puede llamar y destituir.

¿LOS MISTERIOSOS 800 MIL VOTOS?

En la segunda vuelta no votó el 51% de los chilenos, según Servel. Entonces de un padrón de casi siete millones, Godoy saca cuentas:

“¿Cuántos votos sacó Piñera? Tres millones 680 mil, más o menos. ¿Cuánto sumaban él y Kast? Dos millones 900 mil. Los 800 mil votos adicionales, ¿de dónde los sacó? A mi juicio, del 70% de los 300 y tantos mil de Carolina Goic; de un tercio de los 300 mil de MEO, y el resto –entre 400 mil y 500 mil- del Frente Amplio. ¡No existe otra posibilidad!

¿Qué significa eso? Que el electorado no vota ideológicamente, ni de acuerdo a categorías inventadas y falsas, establecidas en campaña, entre progresistas y no progresistas; entre izquierda y derecha como dos bastiones. Las personas marcan preferencia de acuerdo a un juicio personal, donde pesa mucho el miedo a perder el bienestar adquirido. El sector medio pasó de poco más del 30% de la población hace 20 años, a 63% hoy. Le preocupa no retroceder, no perder el trabajo y tener malas pensiones”.

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