Política

TRANSPARENCIA CERO: pecados y vicios en el mundo de las encuestas

Podría ser como un juego: ‘¿Quién dice la verdad?‘… Pero es un escándalo. En año de elecciones, con partidos e instituciones cada vez más débiles, las encuestas ganan poder e influencia a zancadas, pero muchas veces sobre datos falsos. Inventan liderazgos de la mano de la prensa, levantan y dejan caer, libremente y sin regulación. Ciudadano que pestañea pierde.

Por: Diario Concepción 15 de Enero 2017
Fotografía: imagenPrincipal-7108.jpg

Podría ser como un juego: ‘¿Quién dice la verdad?‘… Pero es un escándalo. En año de elecciones, con partidos e instituciones cada vez más débiles, las encuestas ganan poder e influencia a zancadas, pero muchas veces sobre datos falsos. Inventan liderazgos de la mano de la prensa, levantan y dejan caer, libremente y sin regulación. Ciudadano que pestañea pierde.

 

Por Luz María Astorga

Fue como jugo de limón a una almeja viva. Varios se retorcieron ante el tema. Unos se excusaron, otros ni eso. Decidor. ¿Por qué los encargados de las encuestas políticas en un año de presidenciales no quieren hablar sobre cómo se están haciendo en Chile los sondeos de opinión?

Debía ser simple. Por definición, todas las encuestas son válidas en la medida que transparenten lo que representan. O sea, que no pretendan hablar por todos "los chilenos" si entrevistaron a una pequeña parte. Obvio. Que no se ‘vendan’ como representativas si están consultando a usuarios del Metro o chilenos con teléfono fijo, que ya son menos de la mitad de la población…

Seamos serios. 

Entre el 28 de diciembre y el 5 de enero se dieron a conocer cuatro encuestas: la CEP (semestral) que se esperaba, como es habitual, para diciembre; Barómetro de la política Cerc-Mori (trimestral), Cadem (semanal) y Adimark Gfk (mensual). Los resultados marcaron diferencias de hasta 10 puntos. 

No debiera sorprender. Entre gitanos e investigadores de opinión pública no se cuentan cuentos: una minoría trabaja conforme normas básicas internacionales, mientras otros muchos faltan al rigor y la ética, asunto que un integrante del Centro de Estudios Públicos, CEP, resume como "los que las hacen artificialmente desde el subterráneo de la casa".

De todo en la viña del señor. Con el agravante de que este año, de dobles elecciones (Presidente y parlamentarios), en que no se sabe qué tan alta será la abstención (para las municipales pasadas votó solo un 35% de los habilitados), los resultados de sondeos de todo tipo más pueden dañar que ayudar, creando falsas percepciones y errores en el comportamiento de los votantes.

Desde 1958, cuando el sociólogo Eduardo Hamuy hizo el primer estudio en Chile, muchas cosas pasaron. Las encuestas se intensificaron entre los años 60 y 70. Después del 73 vino una gran pausa. En 1987, previo al Plebiscito rebrotaron. El CEP entonces trabajó con Adimark, pero la experiencia tuvo corta vida: en 1993 hicieron una encuesta a boca de urna y fue tal el fracaso que la sociedad se rompió. Dicen las lenguas filudas que ya con esa pasada, Adimark se había hecho un nombre y podía seguir avanzando sobre sus propios pies. 

Pero nada de esto pudimos comentar con Roberto Méndez, presidente de Adimark Gfk, porque aseguró que durante dos semanas estaría demasiado ocupado. 

Quiebres ha habido varios en el mundo de los encuestadores, casi siempre por asuntos de ética y transparencia, como sucedió con el empresario José Yuraszeck en tiempos del Caso Chispas, el escándalo político-económico de hace justo 20 años (nota aparte).

También grandes desconfianzas. 

"A la encuesta CEP la acusan de sesgo político, aunque siempre hemos cuidado ser autónomos e independientes para conseguir el máximo de objetividad", sostiene un integrante del Comité de Opinión Pública, donde se une el trabajo de los técnicos y de quienes trabajan las preguntas.

Sin embargo, hace años, el ex senador Pablo Longueira estaba convencido, obsesionado, con que la muestra –la encuesta "madre", como dicen muchos- estaba sesgada contra su partido, la UDI. Entonces el centro lo recibió en una reunión técnica, a la que llegó acompañado de Gonzalo Müller, dedicado a temas electorales. Revisaron mecanismo y datos… pero no pudieron encontrar nada que avalara su hipótesis. 

La CEP es presencial, no telefónica, y busca a sus entrevistados en sus en domicilios. Si no los encuentra, reintenta. Si en dos ocasiones no da con alguno, lo sustituye por otro con las mismas características en cuanto a la representatividad buscada. El método es lento (demora un mes esta parte), caro, pero con mayor grado de acierto, a juicio del centro. 

Aun así, no escapa a los cuestionamientos. Tal como otras. 

Pero, claro, nada de esto debiera suceder si todas las empresas trabajaran de manera transparente, si suscribieran voluntariamente los códigos internacionales de ética y buenas prácticas, cumplieran sus estándares garantizando así la seriedad y validez de los resultados.

Acá eso no pasa.

Es cierto que periódicamente empresas extranjeras auditan la CEP, revisan que contenga una miniatura real de lo que se quiere medir que, en términos de encuestadores, es "la fidelidad del micro-cosmo con el macro-cosmo (la realidad que se está estudiando).

Es cierto, también, que con el sistema cara a cara tenemos solo dos: la CEP y Cerc-Mori, método más confiable, pero el resto se va por la libre… 

Existe consenso en el sentido de que cada vez las encuestas marcan más la agenda, que los partidos políticos se guían por ellas al igual que los parlamentarios, que los resultados se pasean por los grandes medios de comunicación como Pedro por su casa, y que el grado de influencia en la gente es flecha al cielo. Con todo esto, ¿cómo no existe control ético ni técnico?

"UN SUBSIDIO A LA PRENSA"

En este país todo se autorregula; los productores, los empresarios, cualquiera sea su rubro ‘lo hacen bien’, así es que no son supervisados ni controlados. Las encuestas no escapan a ello", ironiza el DC Carlos Huneeus, abogado, cientista político y director ejecutivo del Centro de Estudios de la Realidad Contemporánea, Cerc. 

(CEP cuestiona el método usado por Cerc y ésta, el usado por CEP).

Para él, lo perentorio es que los políticos, el vocero de Gobierno y los medios de comunicación discriminen entre las buenas y malas porque, en sus palabras, encuestas "hay pocas" y constituye falacia darle ese título a estudios sin respaldo. 

En el conjunto, Huneeus ve "sesgo ideológico, objetivo político, un espiral que busca afirmar el establishment de la derecha y de la Nueva Mayoría, donde hay un discurso para cambiar las cosas, pero no más que eso…".

Él ha dicho que "la calidad profesional de las encuestas se mide en las elecciones: aciertan o no en predecir resultados. Esta es la vara en países avanzados, pero no en Chile, donde predominan otros criterios: la confianza política y empresarial y simpatías personales. Esto es reflejo de la estructura de las desigualdades, en que la clase social y el dinero tienen mayor peso que el mérito, algo que tiene que cambiar, especialmente en las encuestas, por su enorme influencia política".

Agrega que Cerc siempre ha hecho predicciones electorales, a diferencia de Adimark GfK y que, cuando ésta la hizo junto al CEP y Televisión Nacional en el éxit poll 1993, "se equivocó en forma garrafal: aseguró que la Concertación doblaba en todos los distritos senatoriales, pero la Alianza ganó un senador en cada una de ellos".

– ¿Qué tan dañino para la política resulta, en año de elecciones, esperar una encuesta para tomar decisiones?

– Da muy mala imagen de los dirigentes. Pero en el caso de la CEP además hay que tener en cuenta que es un centro de estudios financiado por las grandes empresas, que tiene interés económico-político muy claro- contesta, sin perder oportunidad de repasar a su competencia, a la encuesta "madre", concepto que también refuta. 

Para Huneeus, más que verla como ‘oráculo’ la encuesta es un dato para aceptar o cambiar. "En ese sentido Lagos tiene razón cuando dice ‘Estoy para cambiar la encuesta’. Eso es liderazgo. Lo que pasa es que vemos políticos NM y de derecha en una posición conservadora, de aceptar la realidad existente, no de criticarla o cambiarla. Y se tiende a desconocer las manifestaciones de malestar y crítica que hay en ellas. A veces se manipulan resaltando una pregunta, sin considerar otras que demuestran el enojo de la gente, como el hecho de no ir a votar".

Al margen del análisis político, un hecho: encuestas (serias y no serias) constituyen información gratis que sirve a los medios y cuyo contenido puede beneficiar a los políticos. "Son un subsidio a la prensa que no hace sus propios sondeos y no gasta", remata Huneeus.

PAUTAS ÉTICAS Y BUENAS PRÁCTICAS 

De cajón: ¿funciona así en otros países?

No. 

Organismos y asociaciones internacionales de investigación de la opinión pública han creado códigos de ética y recomendaciones. Pautas como la de Esomar (European Society for Opinion and Market Research), Wapor (World Associaton for Public Opinion Research) y Aapor (American Association for Public Opinion Research), que indican informar y considerar cosas básicas: quién patrocina; quién la hace; el objetivo; el universo efectivamente representado, rango geográfico de distribución y grupos deliberadamente excluidos (no tienen teléfono, no tienen acceso a internet); el tamaño real de la muestra, las fechas del trabajo en campo; el método de muestreo; método de la encuesta (cara a cara, telefónico, panel de acceso por internet, etc.); evitar la ambigüedad y malas interpretaciones como principio rector de que preguntas van a ser publicadas; el fraseo exacto de las preguntas; los criterios con que se eligen a los encuestados; el margen de error; el método de levantamiento; la tasa de rechazo de la entrevista, fecha del levantamiento y supervisión, entre otras. 

Además, en algunas naciones latinoamericanas –como Panamá, Colombia y Ecuador- las encuestadoras deben inscribirse en registros especiales. 

En Brasil tienen que entregar los sondeos a entes que supervisan, detallando las características técnicas del trabajo. En Turquía están obligadas a entregárselas al Instituto Nacional de Estadísticas. 

Durante periodos eleccionarios, además, existen otras regulaciones. El blackout o embargo varía entre países. En Alemania, Reino Unido, Canadá, Francia y Colombia se prohiben durante la jornada de votación. En Chile, sin regulación establecida, rige una resolución del Consejo Nacional de TV: desde 1994 el día de los comicios, encuestas, estimaciones y proyecciones solo pueden transmitirse a partir de las 18 horas. Sería todo.

Afuera incluso existen sanciones para quienes no respeten el periodo de embargo, para los que incumplen en el deber de registro para divulgar resultados y la prohibición y castigo por difundir encuestas fraudulentas.

Entre todos, dicen los expertos, destaca Francia, donde la Comission des sondages, realiza un control sistemático de difusión, según estudio de la cientista política Andrea Vargas, para la Biblioteca del Congreso Nacional, a solicitud de los parlamentarios.

HASTA EL CONGRESO ERRÓ

Las pautas no son obligatorias; están ahí para los que quieran suscribirla. 

Acá se intentó a fines de los 90. Marta Lagos –integrante de la Asociación Mundial de Estudios de Opinión, Wapor, y directora de LatinoBarómetro- creó y presidió la Asociación de Estudios de Opinión (1998). "Fue una guerra sin cuartel", resume ahora, porque la idea de suscribir el código internacional incendió la audiencia. "Algunos estimaban que las reglas eran muy altas para Chile, nación pobre y subdesarrollada, por tanto no había por qué suscribirlas. Además encarecía las encuestas". 

Entre sus recomendaciones figuraba publicar la ficha técnica de cada sondeo, cosa que entonces nadie hacía en Chile. "Durante 11 años mandé cartas al diario al respecto –sin ficha no se sabía ni cuántos casos ni cómo se habían sondeado-, hasta que se impuso. Pero ésa era una de las variables. En un Código de Ética debes transparentar lo que hiciste, cómo seleccionaste, con qué método, instrumento, preguntas…". 

Dos años después, Carla Lehmann, ex CEP -quien tampoco estuvo disponible para Diario Concepción- reemplazó a Lagos en la presidencia de la asociación. Convocó a los encuestadores y, a la que vista de que no existía consenso, disolvió el grupo. 

Desde entonces, chipe libre. 

"Aquí lo que vale no es lo que hacen los encuestadores, sino ‘quién’ es la persona. Cuando las hacía Fundación Futuro, eran las encuestas de Sebastián Piñera. Cuando las hace Adimark, son las de Roberto Méndez. En Chile, si una persona tiene un nombre, una legitimidad, puede hacer lo que quiera", afirma Marta Lagos, convencida. 

Agrega:

"Por años he intentado, fui donde autoridades, ministros, ¡les importa un bledo! Nadie quiere estándares internacionales porque con las encuestas se hace política. Y si se suscriben, se encarece el asunto. Hay que tener mil casos, ir a todas partes, cubrir lo urbano y lo rural, no solamente los grandes centros… ¿quién va a querer o si aquí mandan quienes tienen más poder? Si hasta en el Congreso se han licitado encuestas telefónicas nacionales, a sabiendas que el teléfono fijo tiene cada vez menos cobertura, que existen 16 millones de celulares y de eso no hay base de datos. Pero cuando digo estas cosas dicen ¡qué exagerada, si funciona de lo más bien! En países serios, los medios jamás publican un estudio que no esté de acuerdo a los estándares; no llega a los diarios ni a la radio. Acá se publica todo, somos subdesarrollados porque el desarrollo significa tomarse en serio".

Para Lagos, la prensa es cómplice activa de la ausencia de estándares porque publica, titula y manipula, convirtiendo a las encuestas en instrumentos no para predecir sino para hacer política. La calidad y la ética van en sentido contrario a los intereses de quienes hacen política, resume. 

La Cadem, por ejemplo, de frecuencia semanal, se hace en puntos de afluencia (calle, metro) y el resto vía telefónico, lo que a ojos de encuestadores con historia tiene una representatividad muy restringida. Sin embargo, de lunes en lunes ‘marca’ el estado de los precandidatos presidenciales. Y habrá quiénes lo creen. 

Etiquetas