En Chile existen 58 Universidades al año 2024, de las cuales 18 son estatales y las 40 restantes privadas. No todas ellas tienen la calidad de tradicionales con vocación pública.
Yo trabajo desde hace 28 años en la Universidad de Concepción. Una institución con carrera académica, en que quiénes optamos por desarrollarnos profesionalmente aquí debemos hacer esfuerzos enormes en docencia, investigación, vinculación con el medio y servicio institucional. Normalmente llegamos a la respectiva Facultad y departamento con calidad de profesora asistente, para luego mediante proyectos de investigación con financiamiento nacional e internacional, formación en docencia, publicaciones indexadas, redes académicas ir subiendo en la jerarquía académica. Esto toma a los menos 15 años y, cada vez más, percibo la importancia de diversos académicos que con paciencia y generosidad han ejercido de guías o mentores.
He tenido la fortuna de estudiar y trabajar en otras Universidades en Chile y en el extranjero, lo que me ha permitido advertir la complejidad de este camino profesional y las dificultades que muchas veces son simplemente obviadas por un sistema que aborda en Chile la educación como un producto que se puede adquirir.
Y muchas veces el lenguaje usado para referirse a tareas académicas universitarias simplifica realidades complejas y muchas veces asimétricas. ¿Qué obligaciones se tienen en la formación de capital humano avanzado? ¿Cuántas horas deberíamos dedicar al servicio de la administración académica? ¿Cómo buscar un balance entre investigación y docencia? ¿Deberíamos también buscar redes académicas de colaboración a nivel regional y nacional escapando la lógica de competencia del mercado? ¿Cómo podemos vincularnos con el medio de manera adecuada si lo que publicamos es mayoritariamente en inglés por las exigencias de indexación? ¿Tenemos alguna obligación de responder a problemas contingentes de la realidad nacional con nuestras investigaciones? ¿Son los rankings un instrumento adecuado para medir el quehacer universitario?
Particularmente quisiera reflexionar en cómo abordar desafíos que impactan a los estudiantes en actual formación. Me refiero por ejemplo a la inteligencia artificial y el ejercicio de sus respectivas carreras como abogados de ejercicio en el futuro próximo. Creo que debemos reaccionar a este fenómeno y revisar nuestros contenidos y métodos de formación para poder dar respuesta al desafío que supondrá el uso de la inteligencia artificial en la profesión legal. Existen datos que señalan que sobre el 70% ya lo utiliza para revisar y sintetizar documentos, hacer investigaciones y el 50% para redactar borradores. Esto hace nacer preguntas en torno a los límites éticos y la debida diligencia en su uso. Faltan para ello marcos institucionales públicos y privados.
En síntesis, al menos en Universidades complejas, la tarea académica es muchísimo más que una pizarra y un plumón.
Amaya Alvez Marin
Profesora Titular UdeC-Investigadora Crhiam
Abogada Colectiva Justicia en Derechos Humanos