Carlos Benedetti Reiman
Seremi de Educación Biobío
El lunes reciente se conmemoró el Día de la Educación Pública, fecha que tiene su origen en la promulgación de la Ley 21.040, que crea el Sistema de Nueva Educación Pública y que traza la transición desde el sistema de educación municipalizado a una nueva institucionalidad de educación pública en nuestro país.
Esta fecha nos debe invitar a reconocer el valor histórico y social que la educación pública ha tenido, desde los albores de la república hasta nuestros días, así como también es una invitación a reflexionar sobre su misión, sus desafíos y el horizonte que estamos llamados a construir colectivamente.
La educación pública garantiza el derecho a la educación en todo el territorio nacional, constituyéndose en un espacio donde todas las personas, independientemente de su origen, condición o trayectoria, encuentran una oportunidad para desarrollarse.
En las aulas de jardines, escuelas y liceos públicos, se cruzan distintas historias, permitiendo que niñas, niños y jóvenes se formen en ambientes diversos, aprendan a convivir, a dialogar y a respetar las diferencias. Esa experiencia formativa, muchas veces invisible en los indicadores tradicionales, es quizás el aporte más trascendente del sistema público para la cohesión social del país.
Pero reconocer su valor no significa ignorar sus desafíos. Hoy, en un contexto de transformación institucional con la instalación de los Servicios Locales de Educación Pública, que en la región del Biobío cuenta con dos servicios en pleno funcionamiento y uno ad portas de entrar en régimen, nos encontramos ante la oportunidad histórica de fortalecer este sistema con una mirada integral: mayor equidad, más apoyo técnico-pedagógico, mejores condiciones laborales y una gobernanza que permite enfocarse en lo verdaderamente importante: los aprendizajes, el bienestar y los proyectos de vida de las y los estudiantes.
Por ello el desafío es reafirmar una convicción que trasciende a cualquier gobierno: la educación es un derecho y un bien común que debemos resguardar entre todos. Donde hay escuelas públicas fuertes, hay comunidades más cohesionadas. Donde hay liceos públicos de calidad, hay territorios con más oportunidades. Donde hay educación pública viva y activa, hay democracia más robusta. Creer en la educación pública es creer en un Chile más justo, más inclusivo y esperanzador. Es apostar por un país donde cada niño, niña y joven, sin importar su origen, pueda soñar con un futuro mejor y tenga las herramientas para alcanzarlo. La educación pública es, finalmente, una expresión concreta de la idea de que nadie sobra. Y ese es un valor que debemos defender todos los días del año.