La paradoja es evidente: mientras el discurso político habla de sustentabilidad, el pescador lucha por sobrevivir a un modelo que lo excluye y lo castiga por existir en la escala equivocada. Es como si Aquiles tuviera que correr descalzo, mientras la tortuga se desplaza sobre una Tahoe institucional. Entonces, como en la paradoja de Zenón, la solución no está en correr más rápido, sino en reconocer que la carrera es la equivocada.
Oscar Henriquez Arriagada
Biologo Marino. Ex director zonal de pesca.
En la antigua Grecia, Zenón de Elea propuso una paradoja que desconcertó a filósofos y matemáticos durante siglos: Aquiles, el más veloz de los guerreros, nunca podría alcanzar a una tortuga, si esta partía con una pequeña ventaja. Cada vez que Aquiles recorría la distancia hasta donde estaba la tortuga, el pequeño testudo ya había avanzado un poco más. La lógica del absurdo decía que, aunque Aquiles corriese eternamente, jamás la alcanzaría.
Esa misma sensación viven hoy los pescadores artesanales frente al mundo político. Ellos son Aquiles, avanzando con esfuerzo, años de experiencia, conocimiento del mar y una realidad que cambia en cada marea. Y la tortuga —lenta, segura, y distante— es la clase política, los comités técnicos y las mesas de trabajo. Todos corriendo una carrera distinta, donde las reglas no aplican a la realidad.
Cada vez que el sector artesanal logra avanzar un paso, la norma cambia. Cuando por fin se aprueba una ley para resolver un problema —como los remanentes pesqueros— la letra chica o la demora administrativa hacen que el beneficio llegue tarde, o simplemente no llegue. Así, el tiempo político se mueve en cámara lenta, mientras la economía real y los ciclos biológicos corren a velocidad de Aquiles.
La paradoja es evidente: mientras el discurso político habla de sustentabilidad, el pescador lucha por sobrevivir a un modelo que lo excluye y lo castiga por existir en la escala equivocada. Es como si Aquiles tuviera que correr descalzo, mientras la tortuga se desplaza sobre una Tahoe institucional. Entonces, como en la paradoja de Zenón, la solución no está en correr más rápido, sino en reconocer que la carrera es la equivocada.