Trinidad Salcedo Opazo, nació el 12 de julio de 1808 en Talca. Sus padres fueron Juan Antonio Salcedo y Carrillo, maestre de campo general, quien había sido el VII corregidor de la Villa San Agustín de Talca entre los años 1770 y 1772, además de capitán de milicias y alcalde de primer voto en 1800. Era poseedor de casa principales en Talca, tierras en Lontué y dueño de la hacienda El Astillero. Su madre, María del Carmen Opazo de Castro y Gaete, era descendiente de conquistadores del reino y de familias fundadoras de Chile. La familia se componía del matrimonio y de doce hijos, siendo Trinidad la menor. Para febrero de 1826 el triunfo de los patriotas en la batalla de Maipú trajo como consecuencia que bandas residuales del ejercito realista compuestas por campesinos, mestizos, mapuches, pehuenches y bandoleros, se opusieron al nuevo orden creando destrucción y llevando a cabo pillaje en la zona sur del país durante el periodo conocido como Guerra a Muerte. Estos grupos de bandidos, muchas veces vagabundos, desertores y reos fugados de la cárcel, encubrían sus intenciones delictuales proclamando lealtad al rey de España y tornando imposible la vida tranquila entre los ríos Maule y Biobío. Entre ellos destacan figuras como Vicente Benavides, Picó, Senociain, Ferrebú y los hermanos Pincheira. De estos últimos, el pillaje realizado por ellos fue llevado a escala mayor, incluido el rapto de mujeres, por lo que no se puede romantizar o idealizar su imagen a los de unos ladrones buenos, ya que personas de distintas clases sociales sufrieron los estragos de su pillajería, aun cuando rara vez atacaban a personas pobres, lo que llevaba a la gente a colaborar o despertar hacia ellos cierta lealtad, desde lo cual surge la leyenda de la banda.
Es en este contexto que se produce un ataque en el verano de 1826, primeramente, dirigido a Talca, pero que termina desviándose hacia la hacienda El Astillero, donde hubo asesinatos, incendios y fueron robados rebaños y raptadas las mujeres y jóvenes, entre ellas la hija menor del dueño de la hacienda, Trinidad Salcedo. Quienes fueron testigos en la época, relataban que la niña opuso férrea resistencia y que gritaba por ayuda, sin embargo, la rápida huida de los maleantes impidió su pronto rescate. La familia, hundida en desesperación y temor inició rápidamente contactos con cercanos a las montoneras para lograr un arreglo. Por su parte, la prensa nacional y entidades extranjeras no tardaron en expresar su estupor por este rapto que reflejaba cruelmente el bandidaje que asolaba a las provincias del sur del país. Esto trajo como consecuencia que se crearan las más diversas conjeturas y mitos acerca de la suerte de Trinidad Salcedo.
La familia pagó el rescate solicitado según consta en Santiago en los archivos del Ministerio de Guerra de la época, este consistió en tres carretas, una de vino y otras dos con harina, más doscientos pesos en plata pura, todo lo anterior constituía una fortuna para esos años. Una vez rescatada, Trinidad Salcedo permaneció perturbada durante bastante tiempo, más que por la experiencia traumática, por el constante cuestionamiento social y la nula solidaridad demostrada hacia ella como víctima. Ante tanta incomprensión, Trinidad Salcedo decidió ingresar como novicia al claustro del Monasterio de las Monjas Trinitarias de Concepción en 1828, profesando en 1830 y adoptando el nombre de sor María Trinidad de San Francisco. Su fama llevó a que Benjamín Vicuña Mackenna en 1850 viajara a Concepción a entrevistarla, confirmando su porte y gallardía, así como su belleza, a lo cual Salcedo no accedió a quitarse el velo; y que el pintor alemán Mauricio Rugendas inmortalizara en su obra “El rapto de doña Trinidad Salcedo”.
Trinidad Salcedo Opazo falleció el 2 de abril de 1887 en el convento penquista.
Alejandro Mihovilovich Gratz
Profesor de Historia y Geografía
Investigador Histórico