Resulta a lo menos cuestionable que, siendo Chile el país más largo del mundo hablemos de una identidad única y común.
Florencia Alvez Marín
Abogada-Colectiva Justicia en Derechos Humanos.
¿Qué nos hace ser chilenos y chilenas? Es esta una pregunta que se ha intentado responder de muchas maneras, desde los albores de la República. Ha sido un asunto discutido, complejo y sin una respuesta única y consensuada. Para evadir mayores conflictos, podríamos citar las normas constitucionales que fijan las reglas para que una persona sea considerada chilena. Sería una respuesta correcta, pero que sin duda no reflejaría la complejidad y profundidad del asunto.
En días que “la chilenidad” recorre las calles, las plazas, los hogares, las mesas, las salas de clases y todos los rincones, intentando traer a la memoria el espíritu independentista, festivo y muchas veces forzado, bien vale la pena reflexionar sobre lo que nos constituye como país.
La “identidad nacional” es algo que nació en Chile y en el resto de América Latina recién durante el siglo XIX. Los Estados que se conformaban necesitaban forzar esta identidad única y uniforme, un origen común que ligara a quienes aquí vivían con el objetivo de plantearse como independientes y distintos ante España. Este relato sobre un origen común invisibilizó la diversidad identitaria, y generó que ciertas formas de “ser chileno” fueran más valiosas o reconocidas que otras. Esto se vería reforzado, incluso hasta hoy, a través del sistema educativo y la imposición de símbolos patrios, hitos y héroes nacionales.
Hoy, más de dos siglos después ¿qué nos hace chilenos y chilenas?
Resulta a lo menos cuestionable que, siendo Chile el país más largo del mundo – cerca de 4.300km de norte a sur- hablemos de una identidad única y común.
Ya sea por la preexistencia de los pueblos indígenas, por las migraciones, o por las particularidades con las que cada territorio define a quienes los habitan, Chile es rico y diverso, y no por eso es menos Chile.
Así como hace 200 años la necesidad de independencia nos obligó a construir un relato común, hoy hay otras causas poderosas que nos fuerzan a pensar en conjunto. Crisis económicas, sociales, políticas y medioambientales nos impulsan a pensar en intereses colectivos. Hoy, más que nunca, el principal interés colectivo debiera ser reconocernos diversos. Es esa nuestra mayor riqueza, que se manifiesta en todos los rincones. Ojalá más temprano que tarde la celebración de “la chilenidad” constituya un espacio en el que haya espacio para todas las identidades que habitamos este territorio, y en el que nuestro relato común sea reconocernos como iguales en nuestras diferencias.