Sebastián Bozzo Haurisé
Profesor Investigador IID Universidad Autónoma de Chile
Se debate actualmente sobre poner límite a la compra en efectivos sobre determinados montos, ¿una buena idea?
En un mundo en constante digitalización, pareciera que la idea de efectuar pagos en efectivo va quedando relegada a un segundo plano. Las tarjetas de crédito y débito, las transferencias bancarias y las plataformas de pago digitales son cada vez más comunes. Sin embargo, debemos recordar que limitar el pago en efectivo puede ir en contra de la inclusión financiera y la libertad del consumidor a elegir el medio de pago.
El pago en efectivo es una opción que debe estar siempre presente. Aunque en ciertos casos puede parecer menos práctico que las opciones digitales, posee una serie de ventajas que no deben ser obviadas. El efectivo es universal, es entendible y manejable para todos, no requiere de una infraestructura tecnológica ni de la aceptación de terceros, y garantiza la privacidad en las transacciones.
El efectivo es también una herramienta esencial para la inclusión financiera. A pesar de los avances en digitalización, aún existen personas que no tienen acceso a cuentas bancarias o a Internet. El pago en efectivo es, en estos casos, no solo una elección, sino una necesidad. Limitar o prohibir el uso del efectivo deja a estas personas fuera del sistema económico, lo cual profundiza aún más las desigualdades sociales y económicas.
Además, no todos los consumidores se benefician de los medios de pago asociados al crédito. El crédito puede ser una herramienta útil, pero también puede llevar al sobreendeudamiento y a problemas financieros si no se maneja correctamente. Los consumidores más vulnerables pueden ser especialmente propensos a estos riesgos. El pago en efectivo puede ayudar a estas personas a controlar mejor sus gastos y a evitar las trampas del crédito.
La libertad del consumidor a elegir el medio de pago es otro aspecto fundamental. El artículo 31 de la Ley que regula el Banco Central establece que los consumidores tienen derecho a pagar, por los productos o servicios que adquiera, mediante dinero en efectivo.
El consumidor así es libre de escoger el medio de pago que mejor se adapte a sus necesidades y preferencias. Esto implica mantener la posibilidad de pagar en efectivo.
Esto no significa que debamos rechazar los avances en medios de pago digitales. Estas tecnologías ofrecen numerosas ventajas, como la comodidad, la velocidad y la posibilidad de realizar transacciones a larga distancia. Sin embargo, debemos recordar que no todos tienen acceso a estas ventajas y que no todos se benefician de ellas de la misma manera.
Por tanto, es fundamental mantener el equilibrio. El sistema de pagos debe ser lo suficientemente flexible como para acomodar tanto los pagos en efectivo como los digitales. En lugar de intentar eliminar el efectivo, debemos esforzarnos por mejorar la inclusión digital y financiera, para que todos tengan la posibilidad de elegir.