Eduardo Aguayo Rodríguez
Doctor en literatura y Académico de la UCSC
Los datos que nos entrega el resultado de la última convocatoria del Fondo del Libro en su línea de Fomento a la Industria, nos permiten aventurar un par de conclusiones poco optimistas sobre la robustez de nuestro sistema editorial independiente, más aún si comparamos esta información con los resultados de la convocatoria anterior. Pero antes, partamos por exponer algunos de los números más significativos.
Sin duda, el incremento de más del 20% en el total de los fondos asignados, que pasaron de $677.545.375 entregados en 2022 a $815.876.646 en la última convocatoria, es una buena noticia para la actividad editorial nacional y sobre todo para la pequeña industria editorial. Este aumento se ve reflejado, también, en la mediana calculada para el financiamiento otorgado a los proyectos adjudicados, que pasó de $4.360.000 en 2022 a $5.984.313 en 2023, es decir, un incremento superior al 35%.
Pero esta primera mirada debe ser contrastada con otros datos que entregan un panorama menos positivo. El más evidente es la disminución del número total de proyectos adjudicados, que pasó de 139 en 2022 a 124 en 2023, es decir, un 12% menos. Más preocupante aún es el escenario que emerge al desglosar regionalmente los datos, encontrándonos con resultados más bien negativos.
Partiendo por el norte del país, llama la atención que las regiones de Tarapacá, Antofagasta y Coquimbo no lograraRen adjudicarse recursos en la última convocatoria, mientras que Arica y Parinacota disminuyeran su participación del total de recursos asignado, del 5% al 4%. El retroceso de Coquimbo es muy significativo, por cuanto pierde presencia en esta línea, a pesar de haberse adjudicado 5 proyectos en la convocatoria anterior.
Algo menos dramático ocurre en la zona central, con la región de O’higgins, que retrocede de 4 a 2 proyectos adjudicados y cae en su participación del total de recursos asignados, del 4% al 3%. Las noticias positivas las entregan el Maule, que pasa de 0 a 3 proyectos adjudicados este 2023, y Ñuble, que también entra a la tabla con 1 proyecto adjudicado.
En el sur, destaca el caso de las regiones de Los Ríos y Los Lagos, que también retroceden en su participación del total de fondos destinados, pasando de 7% a 6% la primera y de 8% a 5% la segunda. En el caso de la región del Biobío, si bien aumenta la participación del total de recursos del 3% al 4%, la cantidad de propuestas adjudicados se mantiene estancada en 4 proyectos. Solo La Araucanía presenta un avance neto respecto de 2022, al aumentar su participación en el total de recursos del 1% al 2% y pasar de 2 a 3 proyectos adjudicados.
El escenario descrito sirve de contraste para abordar la realidad que nos ofrece el eje Región Metropolitana-Valparaíso, regiones que por su vinculación económica y territorial claramente pueden ser consideradas como elementos de un solo sistema editorial compuesto. En esta línea, si bien la RM retrocede de 56 a 50 proyectos adjudicados en 2023, y de igual forma Valparaíso pasa de 42 a 41 proyectos, la participación conjunta en el total de recursos aumenta en 5 puntos porcentuales, alcanzando nada menos que el 73% de todos los fondos adjudicados en esta línea para 2023.
Ante estas cifras, la primera conclusión parece inevitable: el centralismo estructural que afecta todos los ámbitos de nuestro país se refleja nítidamente en la distribución de los fondos para el desarrollo de proyectos editoriales a lo largo del territorio; sin embargo, esta situación parece dar cuenta también de un sistema editorial regional poco competitivo, que presenta claras dificultades para obtener financiamiento público. En este sentido, la profesionalización de la actividad editorial y el fortalecimiento de los mercados lectores locales son indispensables para proyectar un desarrollo sustentable de la edición independiente regional, superando la amenaza que significa depender del limitado y muchas veces caprichoso asistencialismo estatal.