Opinión

El significado de inclusión educativa: simulación de victoria o percepción del fracaso

Por: Diario Concepción 27 de Junio 2022
Fotografía: Cedida

Maite Otondo Briceño
Doctora en Ciencias de la Educación
Académica Facultad de Educación UCSC.

Desde la década de los 80, la conceptualización de inclusión educativa comienza a levantar un discurso transversal en muchos países acompañadas de normativas y directrices en varias organizaciones nacionales e internacionales. De alguna manera estas instituciones parecieran llegar a dar razón que somos una sociedad esencialmente diversa, y asimismo, mandatan imperiosamente que esta diversidad sea atendida de manera equitativa, sin exclusiones y discriminaciones.

La pregunta que emerge de lo anterior, es ¿cuál ha sido el impacto de este llamado frente a un modelo social-educativo competitivo y cada vez más exigente? La propuesta de inclusión educativa ha tenido que convivir con reformas políticas, económicas, laborales, por mencionar algunas, sin llegar a una relación fructífera. De esta manera la inclusión educativa hoy tiene expresiones de formación y capacitación individual e iniciativas que no logran la robustez y madurez necesaria.

Las primeras propuestas tendientes a implementarla se trasladan a la década de los 80, pero se hizo más presente en los 90 debido a la intervención de organizaciones internacionales (Jomtiem, 1990) que promovían garantizar igualdad de derechos superando las desigualdades que hasta entonces habían impedido que millones de personas accedieran a ella (Commisión Interinstitucional, 1990). Muchas iniciativas posteriores reforzaron esta idea (Salamanca,1994): “todo niño tiene características, intereses, habilidades y necesidades de aprendizaje únicos y se deben diseñar sistemas educativos, y se deben implementar programas educativos para tener en cuenta la gran diversidad de estas características y necesidades” (Unesco, 1994, p. VIII).

Este documento sigue siendo referente en la actualidad (Unesco, 2017), ayudando a reducir la exclusión y discriminación, no obstante han tenido que convivir con los principios de mercado de las políticas educativas (Florian, 2014). Es decir, se diseña un sistema que se adecua a todos y todas, pero a la vez se le exige ser eficaz, competitivo, exigente y que muestra importantes brechas de desigualdad.

El llamado es entonces a no conformarnos y promover, con algunas iniciativas, la apreciación de la diversidad para no simular una victoria y no percibir y constatar el fracaso. Los sistemas educativos evidencian barreras para la inclusión, a saber: evaluación habilidades que lo que mayoritariamente logran es la segregación y exclusión, cuestión que tiene consecuencias claramente negativas, esto porque es una realidad disfrazada y no está construyendo una educación realmente inclusiva que acepte al otro como otro real (Zizek, 2020).

En síntesis, debemos trabajar por un modelo educativo diferente desde su base que nos lleve a pensar en el éxito y fracaso desde otra mirada, no analizarlo desde la perspectiva individual sino con una responsabilidad colectiva, comunitaria y transformadora (The Care Collective, 2020).

De esta manera, aclarar lo que se entiende por educación inclusiva, comprenderla como un espacio que se rige por los principios de igualdad, cooperación, colectividad, que valora naturalmente lo diverso enriqueciendo mutuamente a todos y todas.

“Somos realidad y somos palabra. También somos muchas otras cosas, pero quien duda que ser realidad y ser palabra son dos apasionantes maneras de ser hombre.” (Benedetti, 1990, 34).

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