Opinión

Idolatría por el dinero plástico

Resultan conocidas las “caídas de sistema” o la desaparición de datos, en cuyo caso las personas quedan a expensas de la solución que el propio sistema haya previsto entregar, toda vez que este es inmune al principio de la buena fe, y considera a todo usuario un posible atracador.

Por: Diario Concepción 11 de Noviembre 2021
Fotografía: Cedida

Jorge Retamal Villegas
Trabajador social, escritor

Hace poco tiempo, algunos servicios que solo admitían tarjetas para el pago de compras, tuvieron que regresar a los antiguos billetes a causa de una huelga de trabajadores.

Recientemente, las aplicaciones más conocidas dejaron de funcionar, sin que nadie proporcionara explicación creíble alguna.

Resultan conocidas las “caídas de sistema” o la desaparición de datos, en cuyo caso las personas quedan a expensas de la solución que el propio sistema haya previsto entregar, toda vez que este es inmune al principio de la buena fe, y considera a todo usuario un posible atracador.

Sin embargo, resulta visible a todo nivel, el forzamiento fáctico hacia el almacenamiento de datos en sistemas informático/electrónicos, con operadores que no están obligados a proveer ninguna contrapartida física, legalmente exigible.

La ficha clínica, el servicio de los créditos, la cuenta de AFP, de banco, de impuestos… todo se encuentra almacenado en la “nube” informática, producida por un intrincado sistema electrónico.

El peligro de la idolatría electrónica hacia el “dinero plástico” o “digital”, radica en el hecho que la magnetósfera terrestre puede ser perturbada por una tormenta geomagnética -o ionosférica- ocasionada por la presión de una onda de choque de viento solar, el que se produce por eyección de masa coronal o llamarada solar, que puede saturar de energía y afectar severamente la electrónica de los satélites; liquidar la red de GPS y las estaciones repetidoras de los cables submarinos, así como romper la conexión a internet y/o borrar información.

Hay antecedentes de estas tormentas. Una, en 1859 llamado “evento Carrington” que hizo saltar las brújulas. Otra, en 1989, que afectó la distribución de electricidad en Canadá. La más reciente, en 2012, en que la onda de choque cruzó por una sección del movimiento de traslación de la Tierra, cuando el planeta había dejado ese lugar una semana antes.

Es tan posible y peligrosa esta situación, que el presidente Obama incluyó a las tormentas solares dentro de los riesgos de amenaza nacional. Agregue que, a partir de 2022, comienza un nuevo ciclo -de 11 años- de máxima actividad solar.

Ahora bien. Se nos ha señalado que el dinero “digital” o, “plástico”, es un dato. Luego, los billetes que respaldan esa información, debieran estar guardados en las bóvedas de los bancos emisores de las tarjetas.

Ante un evento de actividad solar -predecible y previsible- no existe hasta ahora la más mínima iniciativa gubernamental o parlamentaria que obligue a respaldar los registros de datos, o que imponga entregar certificaciones periódicas “legalmente exigibles”, en contra de quienes guardan los billetes… que respaldan los datos.

Una iniciativa razonable -por el Ministerio de Ciencias- sería coordinar la astronomía académica en una suerte de estación observadora de actividad solar, toda vez que una onda de choque tarda de 24 a 48 horas en llegar a la Tierra, esto es, tiempo suficiente para tomar resguardos.

¿Quién “toma todo” en un evento geomagnético?

¿Qué pasaría en la sociedad… si esto pasa?

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