Opinión

Colaboración y unidad de propósitos

No es el remplazo de la libre iniciativa el camino hacia el progreso, sino la colaboración. Son cientos las iniciativas privadas que con el compromiso de los gobiernos y el apoyo financiero podrían ser de impacto inconmensurable. “¿Y si aplicamos a nuestros problemas actuales la imaginación, el espíritu, la audacia y los medios que nos llevaron a la luna?”, como sugiere Mazzucato.

Por: Diario Concepción 16 de Julio 2021
Fotografía: Diario Concepción

Augusto Parra Ahumada
Presidente Fundación República en Marcha.

Un conjunto de retos de dimensión colosal, incluso planetarios, sugiere una cierta incapacidad de asimilación del debate público en medio de un año de definiciones, marcado por la oportunidad que ofrece la pausa impuesta por la pandemia y sus alcances políticos, sociales y económicos. Los coletazos del estallido social y de violencia, en medio de un año de gran intensidad política, marcado por la instalación de la convención constituyente y una significativa proliferación de elecciones. Pese a la envergadura de los retos compartidos que exigen unidad de propósitos y visión de Estado, el debate público ha devenido en uno ramplón, binario y que tiende a reducir a la política a la afirmación de las propias convicciones y territorio de permanente disputa.

Un debate marcado por la ausencia de definiciones estratégicas en torno a la aceleración digital; los impactos y el alcance del avance de las nuevas tecnologías, muchas disruptivas y algunas de gran impacto social y económico en el empleo; la adaptabilidad a los cambios impuestos por la pandemia; las políticas en torno al fortalecimiento de las capacidades científicas; el desarrollo sostenible en sus dimensiones social, ambiental, económica y política o de gobernanza para impulsar el logro de objetivos comunes, que sugiere, paz e instituciones solidas que parecen mas bien descuidadas, el combate a la pobreza y la pobreza multidimensional que a la luz de la evidencia cobran prioridad; la emergencia climática; o una estrategia de desarrollo que compatibilice el crecimiento y la reactivación económica con una corrección redistributiva eficiente como factor de cohesión y reencuentro; una descentralización efectiva al servicio de una provisión de bienes públicos que haga una mayor integración y justicia territorial para llevar los frutos de los logros, avances y dignidad ahí donde no han llegado, para llevar progreso entendido como la mejora de la condición humana a cada rincón de la patria; Y las condiciones para construir un futuro común y las bases para una transición al desarrollo integral, inclusivo y sostenible.

Requieren de una deliberación inclaudicable en la búsqueda de la definición de un conjunto de objetivos compartidos para el desarrollo, de una fuerte colaboración publica, privada y que incorpore a la academia y la sociedad civil; del paso como sugiere Harari, de la intuición a la precisión en el diseño e implementación de políticas públicas con base en variables, indicadores y datos, medible en la obtención de objetivos (Un Estado moderno); la definición de una gobernanza colaborativa en función de los objetivos de desarrollo; de la superación de la disputa ideológica anacrónica y disfuncional. Y de un profundo sentido de misión compartida.

La desconfianza promovida por el debate ideológico o la estigmatización de determinadas soluciones según quien las provea es incompatible con el desarrollo. No es el remplazo de la libre iniciativa el camino hacia el progreso, sino la colaboración. Son cientos las iniciativas privadas que con el compromiso de los gobiernos y el apoyo financiero podrían ser de impacto inconmensurable. “¿Y si aplicamos a nuestros problemas actuales la imaginación, el espíritu, la audacia y los medios que nos llevaron a la luna?” como sugiere Mazzucato.

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