Opinión

La República en sus laberintos II

El éxito de la república para asegurar un futuro cohesivo e inclusivo depende, entonces, de la buena política, la que comienza en una ciudadanía vigilante que no tolera ni sufraga por populistas, demagogos, caudillos, irresponsables ni por quienes no respetan las reglas básicas de la democracia.

Por: Diario Concepción 14 de Mayo 2021
Fotografía: Diario Concepción

Augusto Parra Ahumada
Presidente Fundación República en Marcha.

En coherencia con la columna anterior, perteneciente a esta misma saga, podríamos afirmar que todo parece indicar que, a partir del proceso constituyente, podríamos estar asistiendo al inicio de una Sexta República o el comienzo de un nuevo ciclo marcado por nuevos paradigmas en la historia de Chile.

Si bien los aportes del período denominado Modernización Capitalista o Quinta República han registrado en nuestra historia un importante progreso político, económico y social, marcado por el aumento exponencial del PIB, reducción de la pobreza e índices de desarrollo humano expectantes, resulta evidente el cambio de ciclo productivo y la complejización de nuestras sociedades a escala global, de los que la república, las instituciones republicanas y la democracia deben comenzar a dar cuenta.

Algunas reservas dicen relación con el deterioro de la convivencia colectiva, con la fragilidad de la democracia y con la constatación de un profundo deterioro de credibilidad, confianza e incluso la legitimidad en el ejercicio de la gestión de aquellas instituciones fundamentales de la república, como los poderes del Estado. Me refiero a la escasa aprobación del Parlamento, el poder ejecutivo encabezado por el presidente, el poder judicial y, por cierto, los partidos políticos.

Podría resultar prioritario, entonces, para pensar en una Sexta Republica, comenzar por salvar el presente, para proyectarnos al futuro. Reto que adquiere base en un diagnóstico acertado, frente al que me atrevo a afirmar que si bien es cierto hay que actualizar los marcos políticos e institucionales de la república para responder a la complejización de los dilemas de este siglo, el comienzo está en devolver credibilidad, dignidad y prestancia a la democracia e instituciones republicanas para hacer posible una convivencia colectiva y este requiere de un cambio cultural y de prácticas, lejos de formar parte del debate y del que el proceso constitucional, hasta aquí, parece no preocuparse.

Esos son los verdaderos mínimos comunes, aquellos que comienzan con el respeto al conjunto de reglas de la vida colectiva, con el pleno reconocimiento de aquellas instituciones republicanas que garantizan la paz y la vida en sociedad. No habrá un futuro posible ni un proceso exitoso, sino comprendemos que el problema es ante todo político. Y que, además, hemos depositado en aquellos que encarnan el problema su propia solución. Razón por la que no bastaría con tan solo aproximarnos a un nuevo ciclo que permita ofrecer algunas respuestas a los desafíos que debe abordar la república, como la cuarta revolución industrial, los impactos de las tecnologías emergentes en las formas de trabajar, estudiar, relacionarnos y vivir; los retos en la implementación de una estrategia de desarrollo sostenible y basada en la justicia intergeneracional; el perfeccionamiento de un sistema democrático que ofrezca un destino compartido; las ideas de un desarrollo integral, inclusivo, sostenible y cohesivo que ofrezca una distribución eficiente y equitativa, más justicia y libertad.

El éxito de la república para asegurar un futuro cohesivo e inclusivo depende, entonces, de la buena política, la que comienza en una ciudadanía vigilante que no tolera ni sufraga por populistas, demagogos, caudillos, irresponsables ni por quienes no respetan las reglas básicas de la democracia. Sí por aquellos que cuidan de su esencia desde el dialogo y los acuerdos, quienes son capaces de pensar una narrativa para un futuro común.

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