Opinión

Pasado de revoluciones

Hoy sabemos que hay muchos otros sistemas planetarios, que ni siquiera vivimos en el centro de nuestra propia galaxia y que la nuestra es una de las miles de millones de galaxias en, quizás, uno de muchos posibles Universos.

Por: Diario Concepción 12 de Noviembre 2020
Fotografía: Cedida

Dr. Roger Leiton Thompson
Centro para la Instrumentación Astronómica (Cepia) Proyecto Anillo Formación y Crecimiento de Agujeros Negros. Departamento de Astronomía
Universidad de Concepción.

No hay nada más poderoso que las ideas porque, una vez inoculadas, filtran la manera en que vemos al mundo. El arma más potente se rinde o se dispara por una idea. Las más sangrientas y las más constructivas revoluciones han empezado por ideas contagiadas de una mente a otra. Nuestra concepción del mundo no es completamente original, es en parte la acumulación de ideas antiguas que aún sobreviven. Así, tu vida y la mía han sido moldeadas por un simple pero poderoso concepto que brotó hace 500 años en la mente de un reservado clérigo polaco.

La vida de Mikołaj Kopernik (1473-1543), Copérnico, sucede en medio de revoluciones. La imprenta de Gutenberg (1440) multiplicó los libros de bajo costo y, montadas en ellos, las ideas viajaron por toda Europa. Así, Martin Lutero puso en aprietos a la Iglesia Católica, difundiendo sus críticas reformistas y el continente se polarizó (¿suena parecido al efecto de las redes sociales hoy?). Pero en el cielo las aguas habían estado quietas por al menos 1400 años, desde que Claudio Ptolomeo (Siglo 1) se tomó el trabajo de hacer un modelo geométrico para explicar lo que la mayor parte del mundo antiguo asumía: que la Tierra está inmovil en el centro del Universo. Este matemático ideó un ingenioso sistema de órbitas planetarias, círculos dentro de círculos, como engranajes de varios tamaños combinados para mover a diferentes velocidades y direcciones los punteros de un reloj. Ptolomeo intentaba explicar así el errático trayecto que dibujan los planetas al recorrer el cielo.

Pero algunos astrónomos europeos y árabes no estaban conformes con la forzada complejidad de ese modelo ideado sólo para fijar a la Tierra en el centro. Copérnico se entera de esas críticas y trabaja por décadas en un nuevo sistema, donde la Tierra es la que viaja alrededor del Sol (explicando el año), rotando sobre sí misma (el día y la noche) algo inclinada (y las estaciones). Su nuevo Universo era más simple y elegante, pero sobretodo, era el correcto. ¿Por qué esto inicia una revolución? Porque renunciar al Universo de Ptolomeo implicó renunciar a la vieja física de Aristóteles. Gracias a este primer paso de Copérnico, y a manos de sus seguidores (Galileo, Kepler y Newton) nace una nueva física, unión de matemáticas, observaciones y experimentos. Y esta nueva ciencia es la base del mundo moderno.

Más profundo aún: Copérnico declaró a la Tierra un planeta entre varios, un suburbio más del Universo. Hoy sabemos que hay muchos otros sistemas planetarios, que ni siquiera vivimos en el centro de nuestra propia galaxia y que la nuestra es una de las miles de millones de galaxias en, quizás, uno de muchos posibles Universos. La revolución de Copérnico no sólo convirtió en planeta a la Tierra para siempre. Nos mostró, sobre todo, una nueva forma de mirarnos, más como parte del Cosmos que como su centro predilecto.

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