Opinión

De muertes y carencias

Confunden la dignidad del prójimo y la solidaridad con la concesión de ropa usada, pagando por pomposas cenas benéficas para compartir con algún personaje de moda.

Por: Diario Concepción 01 de Abril 2020
Fotografía: Carolina Echagüe M.

Andrés Cruz Carrasco
Abogado, magíster Filosofía Moral

H. M. Enzensberger escribió: “Después, como siempre, todo el mundo lo había visto venir, excepto nosotros, los muertos. Después abundaron los presagios los rumores y las versiones cinematográficas”. No faltan los augures de todos los acontecimientos y quienes explotan el miedo al desastre para tomarse el control de nuestras emociones, nublando la serenidad y la prudencia necesarias para enfrentar un desafío, como una peste, que rompe con la cotidianeidad. No faltan también los que relativizan los riesgos, más aún cuando el peligro es ajeno, y se parapetan en sus privilegios sin ver lo que ocurre con quienes, para ellos, siempre han sido invisibles. O peor aún, sabiendo de su existencia, recurren a la caridad esporádica para blanquear su avaricia y sus culpas con alguna publicitada limosna. Confunden la dignidad del prójimo y la solidaridad con la concesión de ropa usada, pagando por pomposas cenas benéficas para compartir con algún personaje de moda de la farándula o tal vez con alguna donación, que si se pueden explotar tributariamente o para que no digan que no cumplen con su “responsabilidad social”, mejor.

Ante esta fraternidad artificial, los que más padecen siempre son los que se encuentran esperando que les caigan algunas gotas de los estratos superiores. Son los que deben seguir adelante porque paradójicamente resultan ser indispensables para el desenvolvimiento de una sociedad, cuyos rostros son difusos. Por otro lado, también los desechables. Los que no pudieron mantenerse o que nunca fueron parte de la comunidad. Son los que, salvo algunos discursos voluntaristas y de buena crianza, a muchos no les va a importar que se los lleve una peste o cualquier otra circunstancia. Salvo por la lágrima derramada ante un titular noticioso sensacionalista que después se olvida con el siguiente mediático suceso. Mejor, así no se ve afectada esa falsa voluptuosa estética que invisibiliza la miseria verdadera. Las de los que no pueden hacer ninguna cuarentena, porque si no se mueren por una enfermedad contagiosa, se van a morir igual de otra cosa. Porque su condición social les impide actuar con libertad. Ellos sobreviven y frente a medidas que pueden ser necesarias, pero extremas, deberemos tomarlos en cuenta, para luego no estar lamentando represiones absurdas por no considerar las particularidades de sus carencias. Son los que se van a seguir muriendo en las listas y salas de esperas de nuestros hospitales, ya colapsados, esperando que alguien los mire a los ojos y los considere un ser humano y no sólo el número de una estadística o como parte de algún ingenioso gráfico.

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