Opinión

Densidad habitacional y calidad de vida

Por: Diario Concepción 01 de Marzo 2020
Fotografía: Diario Concepción

Bernardo Suazo
Arquitecto

A la luz del debate generado por la modificación al Plan Regulador Comunal (PRC) de Concepción y la elaboración de su imagen objetivo (actualmente en trámite), el municipio penquista propone como premisa orientadora “una ciudad de barrios y a escala humana”. Para lograr aquello, es fundamental tener claro los conceptos y factores que inciden en el logro del objetivo.

Uno de ellos es la densidad, entendida como la cantidad de habitantes por hectárea. La Ordenanza General de Urbanismo y Construcciones (OGUC) define que para su cálculo deben considerarse cuatro habitantes por unidad habitacional. Esto implica que, independiente de la cantidad de personas que pueda albergar una vivienda o departamento, para obtener la densidad se multiplica cada unidad generada por cuatro.

Lo anterior genera distorsiones si consideramos que muchas unidades habitacionales están diseñadas para una o dos personas, como máximo. Es así que el cálculo de la densidad de un edificio con unidades pequeñas, tendrá un valor elevado.

Es evidente, entonces, que la normativa no considera en esa cuantificación el detalle de la realidad existente. En la modificación al PRC propuesta por el municipio, la densidad es calculada de acuerdo a la norma, por lo que se enfrenta el riesgo de mostrar un panorama irreal.

Por eso es relevante destacar que el ejecutar edificios más bajos, entre cinco y siete pisos, no implicará que la densidad sea menor. Ésta podría ser igual o superior a la de un edificio de mayor altura, generando incluso externalidades como hacinamiento y, por ende, mala calidad de vida. Hoy en día los guetos no solo pueden ser verticales, sino que es posible encontrarlos –también en el Gran Concepción– en edificios de cinco pisos o en viviendas unifamiliares de baja altura.

Por eso es necesario reflexionar y estudiar de forma acuciosa la realidad del territorio que se pretende normar, para así combinar adecuadamente las distintas variables que regulan la edificación en la ciudad, sin centrarse solo en una, como la altura.

La simplificación de los conceptos hace que se relacione la altura con la densidad en una operación matemática directa, dando por hecho que para mejorar la calidad de vida se debe limitar la altura, asumiendo así que la densidad disminuirá en forma directa. Aquello es un error.

El cómo se organiza y se proyecta una ciudad no es tema de una sola variable, sino más bien de definir la imagen de ciudad que queremos, incorporando el rol que cumple en su territorio, su relación con las demás ciudades o comunas y, por sobre todo, la relación con las personas a través de la definición de su espacio público.

Los esfuerzos deben destinarse a asegurar espacios públicos de calidad, lo que se logra condicionando diversos factores. Variables como el antejardín obligatorio mínimo que permite un mayor o menor retranqueo de la edificación respecto a la calle; la ocupación máxima de suelo y el coeficiente máximo de constructibilidad, entre otras variables, pueden moldear la ciudad que soñamos asegurando el objetivo planteado, sin sacrificar ni estancar el anhelado crecimiento armónico.

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