Opinión

La (mayor) responsabilidad de los medios de comunicación en la crisis social

Es más que necesario que, al definir los criterios, no se fomente el odio, las divisiones o el negativismo, sino por el contrario, recomponer las confianzas y fortalecer las bases de la vida institucional.

Por: Diario Concepción 02 de Febrero 2020
Fotografía: Carolina Echagüe M.

Christian Schmitz Vaccaro 
Rector Universidad Católica de la Santísima Concepción

En las situaciones de crisis, los medios de comunicación tienen una tarea y una responsabilidad especialmente delicada, y no pueden operar como lo hacen habitualmente en tiempos de normalidad o paz social.

En un contexto como el que vivimos desde octubre de 2019, muchas instituciones hemos tomado la decisión de contribuir más que nunca con el cuidado de los valores esenciales de la democracia, la defensa del diálogo y la condena a cualquier tipo de violencia física o verbal. Más que nunca, hemos requerido poner en el centro el respeto de la dignidad de la persona, sobre todo por constituir un foco claro de las demandas sociales de nuestro país, que buscan un Chile más justo y humano.

Los grupos editoriales deben considerar estos criterios en momento de crisis. Esto significa que los medios de comunicación deben asumir en forma seria y responsable, su labor de ser formadores de la opinión pública, con mayores estándares de ética profesional. Ello significa ejercer la labor de informar veraz y oportunamente, con ponderación y criterio de bien común y bien país. Está claro que los medios no deben ser meras cajas de resonancia y mucho menos instrumentos de difusión informativa sin filtro. Es precisamente en este aspecto que se diferencian y deben desmarcarse de las redes sociales.

Pero adicionalmente, deben cautelar ciertas tendencias y fenómenos negativos, como el enfoque excesivo y exclusivo del rating, las viralizaciones que exacerban el morbo, las noticias falsas o distorsionadoras, la reiteración cansadora de imágenes sin nuevos aportes o contextos, y el sensacionalismo que contamina y distorsiona. Igualmente, los medios de comunicación deben hacerse cargo de la mayor polarización y politización de la opinión pública. Por lo tanto, les corresponde evaluar con mayor diligencia, los contenidos y la cobertura que se les asigna, para evitar el realce de visiones extremas que, careciendo de representatividad en la población, generan una percepción errónea o deforme en la opinión pública. Asimismo, reconocer que la prioridad está en la calidad de la información, antes que correr por la rapidez de publicar, sobre todo ante la inmediatez de las redes sociales.

Definir el lugar y tiempo de cobertura, escoger la portada, fijar en las pautas la selección de invitados en un panel, o decidir qué información obtiene el primer plano en el sitio web, son decisiones especialmente sensibles en estos momentos que vivimos como sociedad. Es más que necesario que, al definir los criterios, no se fomente el odio, las divisiones o el negativismo, sino por el contrario, recomponer las confianzas y fortalecer las bases de la vida institucional. Son precisamente los criterios éticos y valóricos los que pueden ayudar en la línea editorial a los periodistas, para generar y fomentar un ambiente más positivo en el país.

Un quiebre nacional requiere de muchas manos para reconstruir la unidad del país, apaciguar los ánimos, unir más que dividir. Por ello es importante el equilibrio informativo para que, como comunidad, no solo seamos conscientes de problemas relevantes, sino también, tengamos espacio para reconocer las noticias positivas, el humanismo y los hechos que pueden ayudarnos a avanzar hacia ese país que anhelamos.

 

 

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