Opinión

De Camus e intolerantes

Siempre se deberán rechazar las conductas destempladas y extremistas que no conciben matices.

Por: Editorial Diario Concepción 08 de Enero 2020
Fotografía: Carolina Echagüe M.

Andrés Cruz Carrasco
Abogado, magíster Filosofía Moral

En su obra, “El Hombre Rebelde”, Albert Camus se refiere al comportamiento humano que intenta romper con los esquemas preestablecidos, asumiendo conductas que van desde la autodestrucción hasta la eliminación del prójimo como forma de lucha, lo que no necesariamente constituye un acto rebelde. Señala: “Nuestros criminales no son ya esos muchachos desarmados que invocaban la excusa del amor. Por el contrario, son adultos y su coartada es irrefutable: la filosofía, que puede servir para todo, hasta para convertir a los asesinos en jueces”. Afirma que: “La rebelión nace del espectáculo de la sinrazón ante una condición injusta e incomprensible. Pero su impulso ciego reivindica el orden en medio del caos y la unidad en el corazón mismo de lo que huye y desaparece”.

El origen de la acción rebelde la encontramos en condiciones inaceptables. El hombre rebelde, al actuar, lo hace consciente de estar premunido de la razón. En este sentido no es un movimiento egoísta el que propugna, puesto que su afán es contra la mentira y la opresión. Luego de decidir ser rebelde, el hombre no preserva nada, se entrega por entero a su causa. No nace sólo del oprimido, sino que también de aquel que es espectador de la opresión de la que otro es víctima, ya que en algunos seres humanos se produce un sentimiento de solidaridad, de identificación, que lo hace actuar. El problema radica cuando se confunde la rebelión con el resentimiento. Es, en este último sentido, en el que podemos llegar al absurdo de ocasionar un mal de manera irreflexiva y causar un agravio inútil y pueril incluso a quienes se dice reivindicar, al amparo del absurdo eslogan de “estoy luchando también por ti”. La rebelión rechaza toda humillación, sin pedirla para los demás. Si se humilla a otros o se les causa un daño, ya no es rebelión, es simplemente violencia espuria y vacía, que se reviste en su exterior como una romántica gesta histórica, pero que raspando un poco la cáscara, permite observar sólo resentimiento y banalidad.

Siempre se deberán rechazar las conductas destempladas y extremistas que no conciben matices, fundándose sólo en la existencia de amigos y enemigos, según si piensan o no como uno, alzándose con discursos grandilocuentes e incendiarios intolerantes que ocultan detrás de la violencia intereses políticos particulares y no el bien común, reducido a ser un mero instrumento de estas pretensiones que quieren arrastrarnos a todos, incluyendo a quienes propugnan una transformación integradora y que no quieren arrasar con el conjunto social, aduciendo más que dudosas excusas morales para justificar la ofensa al prójimo.

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