En un estudio realizado por el Instituto Nacional de la Juventud, hace pocos años, quedó de manifiesto la baja cultura cívica de los jóvenes chilenos, según esta encuesta, el 73% de los jóvenes no podía nombrar a 5 de los 120 diputados que tiene el país. Además, el 54% no sabía qué tipo de sistema electoral rige para las elecciones presidenciales y casi el 60% de los encuestados declaró no saber el sistema electoral que rige para el Poder Legislativo. En otro no demasiado sorprendente descubrimiento, se observó que el 40% no sabía que tramitar proyectos de ley es parte de las actividades de los diputados.
Con algo de resignación y de optimismo se podría describir esta situación, simplemente, como falta de interés o de cultura política y que a la postre no sería significativo para la sociedad en su conjunto, pero el hecho es que estos jóvenes son la sociedad, parte de la presente y dueños de la que viene y todas las circunstancias relatadas son parte del funcionamiento del país.
Mientras tanto, esa suerte de indiferencia por los instrumentos y actores de la democracia parece afectar el modo como los jóvenes resuelven sus problemas colectivos, especialmente en la resolución de problemas comunes como podría ser la educación, el universo en el cual la gran mayoría invierte lo más relevante de sus actividades diarias Es en ese ámbito donde se muestra que la democracia no está del todo implementada, se pierde la posibilidad de trabajar armoniosamente respetando las ideas de los demás y solucionando problemas mediante los acuerdos de la razón.
La formación para actuar democráticamente reposa en las familias y en los colegios, mientras no se encuentre un modo mejor de vivir en sociedad.
PROCOPIO