Opinión

Deconstruyendo el “Mi marido me ayuda en la casa”

El concepto de “mi marido me ayuda en la casa” contiene implícito que la responsabilidad es del ayudado, por tanto, esa “ayuda” no equivaldría a un deber igualitario, sino a una “gentileza” del marido, que no está culturalmente obligado a hacerlo, pero “lo hace de todos modos”.

Por: Diario Concepción 25 de Junio 2019
Fotografía: Diario Concepción

Pamela Espinosa B.
Psicóloga, coach Pontificia Universidad Católica, Directora Ejecutiva
www.consultoradesafio.cl

El peso social de comportarse de una manera diferente a la tradición o la costumbre de una sociedad es una de las barreras a las que se debe hacer frente al momento de decidirte a evolucionar en temas como los roles femeninos y masculinos de nuestra cultura.

Estos cambios implican una transición de aprendizaje y readaptación de todos los miembros de tu familia. “Es que si yo no hago las cosas, nadie las hace bien en la casa; o es que a él no se le ocurre lo que hay que hacer.  ¿Será realmente algo propio al género masculino o es que tienen un “acostumbramiento generacional” desde la niñez y pocas veces se les pidió aprender este tipo de cosas?

Un artículo publicado por la BBC, titulado “El trabajo Emocional”, compartido más de un millón de veces,  se refería al trabajo no remunerado relacionado más que con la ejecución de la crianza y los cuidados del hogar, con la preocupación de que se realice y se planifique adecuadamente lo que se debe hacer. “Cocinar, por ejemplo, implica el esfuerzo de planificar lo que habrá para cenar, qué alimentos hay que comprar, cuál de los niños comerá esa verdura y cuál no”, precisaba. En efecto, es un tipo diferente de trabajo no remunerado que se hace constantemente en la mente.

El trabajo emocional es un trabajo invisible que realizan generalmente las mujeres para mantener todo funcionando sin problemas: es un flujo constante, que nunca se apaga. El concepto de “mi marido me ayuda en la casa” contiene implícito que la responsabilidad es del ayudado, por tanto, esa “ayuda” no equivaldría a un deber igualitario, sino a una “gentileza” del marido, que no está culturalmente obligado a hacerlo, pero “lo hace de todos modos”.

Compartir de forma igualitaria es otra cosa: implica ser capaz de darse cuenta de lo que debe hacerse y hacerlo sin que el otro lo diga. Lo importante es aprender a comportarse de forma diferente y comprender que, tanto hombres como mujeres, pueden aprender el “instinto de ser padres y madres”.

Esto no es una condición que va con el hecho de ser mujer, sino que es el fruto de estar compenetrado con tus hijos y tu hogar. He visto cómo los hombres que viven en hogares igualitarios de verdad, al igual que sus parejas, han desarrollado juntos el instinto de ser padres y de casi adivinar las necesidades que los hijos y el hogar. ¿Qué podemos hacer?

La profesora emérita Diane Elson de la BBC, tiene una fórmula que llama las 3 R: “Reconocer, Reducir y Redistribuir el cuidado no remunerado y el trabajo doméstico entre mujeres y hombres”. Los científicos que han estudiado este tema concluyen que se genera una mayor conexión con nuestras vidas, los hijos y la pareja ya que les sitúa en igualdad de condiciones.

La Universidad de Utah, EE.UU., ha hecho varios estudios comparando parejas tradicionales con parejas igualitarias y estas últimas reportan niveles más altos de satisfacción con sus relaciones en general. Los niveles de discordia son más bajos; es menos probable que piensen en el divorcio o la separación; y, además, gran parte de la investigación ha demostrado que las parejas igualitarias tienen mejor vida sexual, ya que conducen a relaciones de mejor calidad más comunicación, más cooperación y más consideración.

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