Opinión

Mi tío Luis y el fútbol de antes

Qué duda cabe de que el fútbol es más que un juego, para muchos es parte importante de la vida. En el caso de la gente mayor, ni hablar. Muchas veces, es lo que llena sus días y la instancia para encontrarse con los suyos.

Por: Paulo Inostroza 24 de Junio 2019
Fotografía: Referencial

La semana pasada murió mi tío Luis, a punto de cumplir 84. Yo lo vi jugar en súper seniors, allá en Las Salinas, todavía con el short bien arriba, solo le faltaban los suspensores. Tenía más de 70 y pedía que se la echaran a correr. Nos reíamos. Cuando desbordaba, el “9” le exigía a gritos el centro, pero nunca llegaba. El hombre ya estaba medio sordo. Comían sopaipillas, conversaban, se tomaban un vino donde el Peto y después de ese rito sagrado se iban para la casa.

El sábado estaba en El Morro viendo a Naval. El equipo jugaba mal, a veces llovía y el viejo se quedaba parado en la tribuna, con una bolsa en la cabeza. Era Naval, había que aguantar lo que viniera, de pie. Ahí llegaban sus amigos, ahí se hizo de muchos amigos. En esas tablas se reconcilió con los que a veces se peleaba. Un gol era un abrazo sincero, hacer las paces y ya. Pucha que extrañaba eso.

Cuando murió, mucha gente fue a despedirlo. Contaban anécdotas de la Hermandad Porteña, del Centro Torneros y equipos que yo jamás vi. El fútbol llenó su vida de amigos, le dio más compañía para complementar a su hermosa familia. Y también se hicieron familia. En medio de la tristeza de su deceso, vi algún viejo acordarse de un gol en blanco y negro, de esos tiempos en que los tres hermanos estaban en cancha. Y el llanto se fue. La lágrima se transformó en risa.

El fútbol tiene esa cosa mágica o lo tuvo. Mi papá estaba destruido, pero nos abrazamos y después hablamos de fútbol. De Rueda, que no era tan malo, de la vez que vino Eladio Rojas a Talcahuano. Y se olvidó de lo malo, al menos por un buen rato. En el cementerio, con tanto pelotero dándonos el pésame, le di gracias al fútbol. Al de antes. A ese que era tan limpio y noble. A ese que muere un poco sin mi tío, a ese que da vida y alegría, que no te deja solo y que es hasta el último día.

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