Opinión

Formación ciudadana

Por: Diario Concepción 28 de Mayo 2019
Fotografía: Isidoro Valenzuela M.

Fernando Peña Rivera
Seremi Educación Bío Bío

Hace unos días, se dio a conocer los resultados del Primer Estudio Nacional de Formación Ciudadana para alumnos de octavo básico, realizado por la Agencia de Calidad de la Educación. Dentro de sus principales hallazgos destaca la alta valoración de los escolares a la libertad de expresión (80% de acuerdo) y la necesidad de que los gobiernos fomenten una mayor igualdad entre las personas (69%).

Sin embargo, y en el mismo estudio, un 32% de los encuestados no considera que la democracia sea la mejor forma de gobierno como mecanismo de participación, lo que, por cierto, está en línea con lo que declaró la población adulta en la encuesta “Valores y Prácticas Ciudadanas sobre Democracia” realizada por la U. Andrés Bello en 2016, donde un “44% se manifiesta indiferente, o bien, proclive hacia un sistema autoritario en determinadas circunstancias”.

La reciente definición del Consejo Nacional de Educación, que incorpora en el curriculum de 3ro y 4to medio de manera obligatoria las asignaturas de Educación Ciudadana y Filosofía, permitirá a los alumnos, eventualmente, desarrollar aprendizajes que les permitan desenvolverse como ciudadanos responsables y críticos, capaces de trasmitir y defender posturas en una atmósfera de respeto y valoración de las ideas contrarias.

En 1810, el jurista y profesor de retórica de la Universidad de San Felipe, don Juan Egaña, afirmaba que la “educación tenía un sentido moral antes que intelectual pues formaba la virtud del ciudadano”, la que consistía, principalmente, en “el amor y entusiasmo de los jóvenes por su patria y por sus leyes” (Serrano; 2012).

Dicho ideal de virtud republicana sigue hoy vigente en la sociedad moderna, ideal frustrado por el continuo deterioro de la confianza en nuestras instituciones políticas y por las fracturas sociales de la historia reciente. ¿Qué hacer para que dichas virtudes hagan nido en el corazón de nuestros alumnos? ¿Cómo transformar los contenidos de las futuras asignaturas en aprendizajes relevantes? Son preguntas que se deben hacer las escuelas, pero también las familias. En el trabajo conjunto y sistemático entre ambos espacios, está la clave para formar ciudadanos y personas virtuosas. La virtud depende del hábito y la repetición, se arraiga allí donde hay constancia y laboriosidad.

Nada parece más urgente hoy, que, junto con el esfuerzo por mejorar la calidad de los aprendizajes, sepamos reinventar el viejo anhelo republicano por formar ciudadanos virtuosos. No son objetivos contradictorios, sino más bien, consecuencia el uno del otro: una buena educación, es educar para hacer el bien.

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