Opinión

Ciencia y Tecnología: ¿Dónde está Chile?

Por: Diario Concepción 04 de Mayo 2019
Fotografía: Cedida

Felipe Figueroa Lara
Centro de Estudios en Sistemas de Innovación (CIS2)
Universidad de Concepción

A principio de los 90, Chile y Singapur formaban parte de un set de países caracterizados por su alto nivel de productividad de conocimiento, el cual es medido, en términos bibliométricos, por el número de publicaciones en revistas científicas de relevancia mundial. En aquel entonces, Singapur alcanzaba niveles de actividad científica a la altura de países como Holanda y Nueva Zelanda, mientras que Chile se encontraba en un grado de actividad menor, al nivel de España y Argentina.

En la actualidad, Chile cuenta con una cartera intelectual más desarrollada, superando a países como China y Japón, y dejando atrás a Singapur en muchas áreas del conocimiento. Lo anterior, parece ser un panorama favorable para el país, pero ¿qué sucede si hablamos de tecnología?

Hace 30 años, ambos países se encontraban en una densa nube de países caracterizados por desarrollar un número limitado de tecnologías de baja complejidad, es decir, fácilmente replicables. Hoy en día, Singapur ha superado esa barrera y se ubica dentro de los 20 países con mayor desarrollo tecnológico, y con un plan de gobierno que busca posicionarla como la nación más “inteligente” del mundo. Por otra parte, Chile recién comienza a diferenciarse dentro de la densa nube de la tecnología de baja complejidad, y el panorama a futuro no es muy prometedor.

Políticas de educación, infraestructura y, por sobre todo, inversión en el capital humano, han sido algunos de los pilares del salto tecnológico alcanzado por Singapur, siendo un punto relevante dentro de ellos, la vinculación entre las universidades y la industria.

Esta vinculación lleva a que el objetivo de las casas de estudio sea desarrollar y aplicar tecnologías que permitan solucionar problemáticas reales, lo que conlleva no sólo a comprender y desarrollar ciencia, sino también, múltiples disciplinas plasmadas en productos tecnológicos y no en artículos científicos.

Es de esperar que, bajo ese enfoque, el desarrollo de publicaciones, y por lo tanto los indicadores científicos de Singapur, disminuyan, y también es de esperar que mientras las universidades de nuestro país sigan considerando el número de publicaciones como indicador productivo relevante, dejando de lado la vinculación con el medio y el desarrollo de tecnologías, Chile siga estando dentro de la misma nube de países de bajo desarrollo tecnológico.

Sin duda, lo anterior corresponde a un desafío importante para el Ministerio de Ciencia y Tecnología, el cual tiene como uno de sus objetivos, diversificar la cartera productiva del país con base en productos nacionales no relacionados con la industria extractiva, para lo cual un mejor portafolio tecnológico es fundamental. Es un panorama complejo, pero es de esperar que antes del año 2030, Chile visualice, por fin, su camino hacia la tecnología.

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