El recién pasado domingo 7 de abril se celebró el Día mundial de la Salud, fecha que tiene por objetivo recordarnos el derecho que tiene cada persona para acceder a una salud digna, visión que ha guiado a la Organización Mundial de la Salud por más de 70 años, con tremendos avances, pero con tareas aún pendientes, sobre todo en la cobertura sanitaria universal, que implica derribar las barreras de acceso para la salud en todas partes.
Sin duda una utopía en el mundo del mercado de la salud, pero una realidad a nivel de los derechos humanos fundamentales, es por ello que este tema también está considerado como parte de la Agenda de Desarrollo Sustentable, que permite ofrecer una nueva oportunidad para de garantizar que todas las personas, no solo las de mayor poder adquisitivos, puedan acceder a los más altos niveles de salud y asistencia sanitaria. En el marco de la sustentabilidad, la salud o el bienestar de las personas, es medida a través del concepto de calidad de vida, que si bien goza de variadas definiciones, el consenso está en que su evaluación es multidimensional y debe considerar las condiciones ambientales que se relacionan con cada individuo. Dicho esto creo necesario el incorporar esta variable en la evaluación ambiental de proyectos, de una forma seria y responsable, orientada a una evaluación real de los efectos que produce en la salud de las personas la alteración a su calidad de vida, y resguarda con esto, precisamente lo que pretende la celebración del Día Mundial de la Salud, que es lograr acciones concretas, de parte de todos los actores de la sociedad para enfrentar la pobreza, la injusticia social, el déficit de educación, viviendas insalubres y tantos otros factores que influyen en la salud de las personas.
Alvaro Boehmwald Rivera
Director de carrera
Ingeniería en Energía y Sustentabilidad Ambiental
Universidad San Sebastián