Opinión

Los retorcidos caminos de la fama

Por: Diario Concepción 08 de Marzo 2019

Los caminos de la fama no siempre son justos. En Austerlitz, una de las batallas que los aficionados a este tipo de masacres describen como obra de arte, Napoleón había estudiado el terreno, observando que la niebla, a finales de otoño, llenaba las depresiones hasta el medio día, cuando el sol se abría paso. Allí situó al grueso de sus fuerzas, ocultas bajo la bruma. “He aquí la velada más hermosa de mi vida, aunque no quiero pensar que voy a perder a buena parte de esos valientes, son verdaderamente mis hijos”, escribió, enternecido, en su diario. Es discutible este amor paternal napoleónico, pero puede ser tema para después.

Para sorpresa de rusos y austríacos, al disipar la neblina, salieron franceses por todos lados, Napoleón informa a Josefina; “he derrotado a dos emperadores, el ejército ruso no sólo ha sido vencido, ha sido aniquilado”. Sin hacer mención al elevado número de muertos y heridos, como parece ser la característica de los grandes generales, libres de inquietudes sentimentales por asuntos tan nimios como algunos centenares de miles de muertos, simple insumo de cualquier batalla decente.

No dijo nada de las ambulancias inventadas por Dominique-Jean Larrey, un médico del ejército del Emperador que había observado que muchos heridos, con altas posibilidades de sobrevivir, morían desangrados en el campo de batalla, por no haber recibido ayuda médica oportuna. Sin él las cosas habrían sido aún peor.

Para entender como somos los humanos, todos sabiendo de Bonaparte y comprando libros con su biografía y muy pocos de Dominique, haciéndose cargo de los estropicios.

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