Sin ánimo de ahondar en la polémica que involucró a un furibundo profesional que se jactó de estar “entre los 50 mejores abogados de Chile”, la idea de estos dudosos pergaminos como carta de presentación parece ser una buena excusa para conversar sobre rankings, jerarquizaciones, unciones y otras prebendas.
Así, resulta más fácil (entre comillas) medir los modelos de autos más vendidos en un año; o las mayores fortunas del mundo. Hay ahí, ciertos criterios objetivos que no se pueden desatender si no se quiere quedar como irresponsable, farsante o mercanchifle.
Harto más complejo es el ejercicio de elegir las más grandes películas, el mejor disco, los artistas más influyentes o los “10 actores u actrices más sexys”.
Baste recordar la actitud del mitológico Zeus cuando Eris, la cahuinera diosa de la discordia, arrojó aquella infausta manzana de oro con la inscripción “Para la más bella”. El monarca olímpico, poderoso, pero sensato, tuvo claro que no podría salir airoso en su calidad de jurado, optando entre su esposa, la celosa Hera, su inteligente (pero vengativa) hija Atenea o la sensual y siempre vanidosa Afrodita. Por ello delegó su responsabilidad en el joven Paris de Troya, desatando las consecuencias por todos conocidas.
Como pobre conclusión en un espacio tan acotado, viene bien una frase ajena, modesta, pero sabia, como la de Jimmy Hendrix, cuando Dick Cavett le preguntó qué se sentía ser el mejor guitarrista del mundo: “Soy el mejor guitarrista sentado en esta silla”, dijo. Una respuesta digna de Sócrates.
PIGMALIÓN