El imaginario público confunde habitualmente “Justicia normativa” con “Ley”, siendo la primera meramente un recurso imperfecto para tratar de solventar nuestras desavenencias. La “Justicia” ha sido mantra de políticos (corruptos más de uno) y se mueve en situaciones que a menudo escapan a su peritaje. Todos conocemos cómo favorece habitualmente al que más poder económico tiene o al mejor posicionado en la esfera económico-social. La Ley Natural, en cambio, es un lugar distinto desde el que juzgar y aplicar conciencia a los hechos que suceden. Se suele decir que cuanto más conciencia exista, menos “Justicia” necesitamos.
En estos pensamientos andaba yo cuando me ha llegado la reseña que hace El Mundo del libro póstumo, ‘Maldad líquida’, de Zygmunt Bauman, reconocido pensador que analiza y muestra cómo el afán de dominación se ha hecho invisible e infiltrado en todas las rutinas del hombre contemporáneo.
Muy poco podremos esperar (migajas que no sacian el hambre ni curan la peste, tal vez) si persistimos en pensar que otros “tienen que” u otros “nos van a” resolver nuestros problemas, si no hacemos un esfuerzo y nos aplicarnos cada uno desde la visión más elevada, depurada y satisfactoria siempre: la “Ley Natural”. Fuera de ahí, el caos amenaza seriamente con devorarnos mientras roncamos a pierna suelta.
Gerardo Hernández