Opinión

La relevancia de los lugares de memoria en Concepción

Por: Diario Concepción 23 de Enero 2019
Fotografía: Cedida

El Gran Concepción ha desarrollado una variada cartografía de lugares de memoria, compuesta por memoriales, placas recordatorias, murales, etc. Esta producción no es inmotivada, especialmente si recordamos que en la Región hubo 159 centros de detención y tortura. La ciudad fue la segunda más reprimida del país y, por lo mismo, se constituyó un foco nacional de resistencia a la dictadura en la década de los 80, mediante grupos emblemáticos de oposición. En general, la gestión y posterior mantención de los lugares de memoria han contado con una escasa colaboración del Estado, respondiendo, más bien, a iniciativas de las organizaciones de derechos humanos y de familiares de víctimas. Un ejemplo de ello es la postergada inversión y la dilatada construcción de un museo regional de la memoria y los derechos humanos para la región del Bío Bío.

No obstante, podemos preguntarnos acerca del impacto que tienen estos lugares en la población general. Es decir, considerando la relevancia que tienen estos espacios para las víctimas y sus familiares -asunto de incuestionable valor y de necesario y urgente reconocimiento- cabe interrogarse por la difusión de la información vinculada con estos lugares y por el conocimiento que tiene el ciudadano penquista, sobre asuntos como dónde se ubican estos lugares, qué acciones se realizan en ellos y cuál es el objetivo de disponer estos espacios en la ciudad. Esto es especialmente relevante en el contexto de contar con un diagnóstico acerca de la transmisión de la memoria que permita planificar y orientar futuras intervenciones asociadas con lugares de memoria vinculados con la represión política y la violación de los derechos humanos durante la dictadura cívico militar. Justamente este asunto, entre otros, fue el que se propuso investigar mediante tres estudios el proyecto de investigación “Memorias Colectivas de Lugares y/o sitios de memoria en Concepción: emociones desde los imaginarios locales vividos”.

Al respecto, los resultados no fueron nada de favorables. Sólo considerando uno de los estudios -centrado en medir variables como el conocimiento de lugares de memoria y cuya una muestra total fue de 400 casos encuestados al azar en las proximidades donde éstos se emplazan- se reveló que un 44% de las personas no tienen ninguna información sobre el lugar ni sobre lo acontecido en él. Un 16, 8% de las personas, si bien conocen el lugar de memoria o saben dónde este se ubica, no tienen un relato que se ajuste a lo que allí sucedió y distorsionan la información. Sólo un 39, 2% tiene conocimiento sobre la existencia del lugar y sabe con qué hecho se relaciona. Estos datos plantean enormes desafíos, que más bien constituyen tareas pendientes desde el inicio de la democracia.

Como ya se ha expuesto, la tarea del Estado sigue siendo muy relevante. A la fecha, sólo existe un lugar: el ex fuerte “El Morro”, que ha sido declarado patrimonio histórico en la región. Este sólo hecho muestra la subvaloración y la consecuente invisibilización de los lugares de memoria. Una misión muy importante concierne también a la educación escolar y universitaria. En relación a este tema, estudios realizados en Santiago evidencian la importante función que tienen los profesores, avalados por los apoderados y los establecimientos, en la transmisión del conocimiento de la historia del país. Lo anterior dice relación con informar y motivar al alumno como sujeto de derecho de conocimiento y promover la educación como una estrategia fundamental de cambio social. Los lugares de memoria son formas concretas o materiales que constituyen una poderosa herramienta de educación. Finalmente, se considera urgente poner en valor la investigación científica que cualifique y cuantifique estos fenómenos en regiones, para así diseñar acciones estratégicas, y especialmente la difusión de los resultados en la comunidad en general, con los fines de contribuir a la transmisión de memoria orientada hacia el futuro y formar ciudadanía.

Paula Tesche Roa
Profesora Asistente
Facultad de Educación y Ciencias Sociales
Carrera Psicología Universidad Andrés Bello

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