Opinión

Violencia en aras de una Utopía

Por: Diario Concepción 04 de Enero 2019
Fotografía: Diario Concepción

Recordemos que el proceso de ocupación de la Araucanía durante el siglo XIX, fue llevado adelante mediante una compleja dinámica de colonización, no exenta de abusos, provocando la natural resistencia de los habitantes mapuches, que llevó a un largo período de enfrentamiento con todas las secuelas de violencia que se vivió en el territorio, alternado también por períodos de paz, comercio y fundación de villas.

Excesos, abusos y esbozos de integración formaron parte de la ocupación de estos territorios, fue la conclusión de algunos historiadores, antropólogos y sociólogos, que en los comienzos de la década de 1990, terminó finalmente por acuñar el concepto de “deuda histórica” del Estado con el pueblo mapuche, punto de inflexión para otorgarle una nueva perspectiva al problema de la Araucanía.

Lo interesante en este momento, es concentrar la atención en la interpretación que hace un grupo organizado de mapuches de lo que es la “deuda histórica” del Estado chileno con su pueblo ancestral. Los líderes mapuches no niegan que actualmente hay un nivel de confrontación evidente, refiriéndose por ejemplo a los incendios y asaltos, que ellos realizan. Afirman, sin embargo: No nos pueden a nosotros enrostrar la violencia en la Araucanía porque somos un pueblo oprimido por el Estado chileno, desde hace ya más de un siglo por la ocupación militar con la expoliación de nuestras tierras por la pacificación militar. A nuestra gente se le masacró y se le continúa masacrando con la presencia de colonos y otros procesos de usurpación territorial. Hasta el día de hoy nuestro pueblo sigue siendo violentado… Ellos nos han violentado… Luchamos por la reconstrucción de nuestra Nación, que tuvo soberanía y tuvo territorio… Estamos luchando por la autonomía. Estamos en confrontación con el Estado y el sistema capitalista que es nuestro principal enemigos… Es una causa autonomista” (Entrevista a Héctor Llaitul por CNN Chile, 2014).

En consecuencia, para la Coordinadora Arauco Malleco la “deuda histórica” tiene una condición sine qua non, consistente en recuperar su territorio, volviendo a la soberanía que tenían en el pasado como Nación, considerando que el Estado chileno los oprime con su sistema institucional, que se remonta desde el siglo XIX con la colonización pasada y actual. Exigen Autonomía que les permitirá expulsar las forestales y todo emprendimiento productivo capitalista, de allí una verdadera ideología de la rebelión contra todo el sistema imperante. Es su territorio invadido hoy y ayer. De esta ideología de Autonomía Revolucionaria, cuyas organizaciones son las comunidades y su organización política la Coordinadora Arauco Malleco plantea una lucha política con el Estado chileno y las empresas capitalistas en una rebelión de insurgencia larvada, en que nuevamente en la historia, la violencia es usada como instrumento de liberación. Una verdadera utopía de alcanzar una autonomía revolucionaria para restituir los antiguos derechos políticos de soberanía, que le permitan su propio control del territorio, con sus inherentes organizaciones, con su característico tejido social y con su intrínseco concepto de vida en la actividad económica y política.

El problema de fondo, en aras de esa utopía conceptual e ideológica que conlleva la confrontación y la violencia, es que la experiencia histórica de la violencia nos muestra el riesgo inminente de involucrar la vida de las personas en esa contienda y, además, la ruptura de la nación en dos bandos: enemigos y amigos. La violencia y la imposición ideológica no es la maestra de la historia, sólo divide y destruye las comunidades y naciones, y termina por imponer la ley del más fuerte. En cambio, un diálogo real que involucre todos los temas en cuestión: a partir de un examen desapasionado de la historia pasada, con ánimo inclusivo de futuro para construir una verdadera integración, que conlleve la valoración y consideración de su cultura ancestral con reconocimiento de sus derechos y, sobre todo, de apertura a nuevas soluciones es el camino que puede construir nuevas realidades en la Araucanía. No podemos seguir con esta confrontación, cuyos resultados ya conocemos. Por el contrario, el país nos llama a construir los pilares de la justicia y la paz, pensando en una integración respetuosa, que nazca de un diálogo real y de lo que sea posible de construir en la realidad de este siglo XXI, que ya avanza velozmente.

Arnoldo Pacheco Silva
Historiador

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