Opinión

Fake news, o realidad distorsionada

Por: Diario Concepción 30 de Diciembre 2018
Fotografía: Cedida

Sofía Valenzuela Águila
Doctora en Bioquímica, investigadora Centro de Biotecnología Universidad de Concepción

Semana a semana aparece el término “fake news”, o noticias falsas, mentiras dolosas que se propagan en las redes sociales y discusiones públicas, empujadas por múltiples intereses políticos, religiosos, económicos, o valóricos, la situación es transversal y no distingue ámbito. Por estos días, un tuit de parte de Gonzalo de la Carrera, comunicador de Radio Agricultura, acerca de una noticia falsa publicada en un medio español en contra de la diputada Camila Vallejos, volvió a poner en primer plano la diseminación de información falsa, y/o tergiversada. Esta no es la primera vez que se arma una polémica debido a este tipo de noticias. Es más, a algunos parece gustarles publicar y replicar este tipo de notas.

Hoy en día, con la cantidad de información disponible en internet y redes sociales, es muy fácil caer en el juego, dado que no hay filtros que puedan diferenciar lo cierto de lo falso, Google sólo nos cuenta lo que alguien subió a alguna página web, pero no nos dice si esa información es veraz. Ejemplo de esto nos sobran, algunos se han convencido que las vacunas producen autismo y al no vacunar a sus niños están apareciendo brotes de enfermedades que estaban erradicadas. Otros convencidos que el cambio climático es una conspiración de la izquierda, que el pacto migratorio de la ONU es vinculante y perjudicial.

Es contradictorio pensar que tenemos más información disponible que nunca y, sin embargo, estamos más desinformados que hasta hace unos pocos años. En alguna parte del camino al siglo XXI, perdimos la capacidad de querer saber algo más allá de nuestras ideas preconcebidas, nos fuimos encerrando lentamente en una burbuja de información favorable a nuestros prejuicios, a nuestras ideas limitadas sobre la realidad, donde las noticias falsas vienen a llenar brechas de información que no somos capaces de ver o de asimilar. También hay evidencia reciente que las redes sociales sólo perpetúan un círculo vicioso de información que responde a nuestros intereses, pero que no nos deja ver más allá, con las consecuencias que esto trae para el desarrollo del pensamiento crítico.

Me preocupa, ya que estas acciones nos llevan a tener una sociedad de la inmediatez, que no cuestiona, no interacciona y no dialoga. Una combinación perfecta para que las fake news o mentiras sean cada día más populares y proliferen sin control.

Por ello, es necesario que como sociedad del siglo XXI dejemos de lado esta inercia pensante, que nos preocupemos más acerca de las fuentes desde las que nos informamos hagamos la tarea responsable de chequear los datos que nos traigan dudas y preguntemos a personas especialistas cuando no sepamos dónde acudir. Mirando al futuro, debemos enseñar a nuestros niños a cuestionar lo que les digan, a tener un pensamiento crítico, que no crean todo lo que les dicen sino hasta que lo comprueben ellos mismos. Aparentemente, estamos acostumbrándonos a la ley del mínimo esfuerzo, creyendo que con la tecnología todo será más fácil y la información estará a un click de distancia. Si bien es cierto, que en algunas labores podremos ser reemplazados por robots, nunca podrán reemplazar lo más distintivo y lo que debiese ser más preciado por cada uno: la capacidad de pensar autónomamente, de cuestionar, de criticar para mejorar. Sin ello, dejaremos de lado nuestra esencia, para vivir en una realidad distorsionada por noticias e información falsas.

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