Opinión

El riesgoso sentido del humor

Por: Procopio 15 de Diciembre 2018

Para Sócrates la “eironeia”, o la ironía, en español, parte de simular ignorancia ante el estudiante, a quien se pide que, para probar conocimiento, se preste a un ágil interrogatorio que va paulatinamente, separando las semillas de la paja molida hasta que empieza a emerger la alternativa correcta. Los diálogos que se suscitaban tenían un irresistible atractivo para los jóvenes asistentes a la academia y eran parte del magnetismo de este personaje.

En mayo de 1933, en Alemania de tiempos que es mejor olvidar, se produce la quema de libros que atentaban contra la pureza aria, definición tan ambigua que permitía la combustión de prácticamente todo. Se ven afectada las obras de Sigmund Freud, este hace uso de la ironía al hacer un comentario famoso frente al periodista que le pregunta su opinión al respecto: “semejante hoguera es una prueba del avance en la historia humana, en la Edad Media me habrían quemado a mí, ahora se conforman con quemar mis libros”.

En tiempos de Sócrates, se podía graduar la ironía en seis tipos diferenciando aquella leve y no demasiado agresiva a la del otro extremo, la más cruel con el interlocutor; sarkasmos. Esta última construida con la palabra sarcos, que significa carne, ya que parece sacarle pedazos al contendor.

Es a veces muy difícil tener sentido del humor, es aún más complicado tener el tacto para hacer uso de esta maniobra intelectual, pero en cualquier caso, más vale la pena cultivarlo, de otro modo, es mejor abstenerse ante audiencias que no lo tengan o cuando haya dudas sobre las competencias para utilizarlo con elegancia, una pena, porque el vivir sumergidos en el lado serio de la vida requiere de escapes, encontrar su indispensable lado liviano, sin el cual es casi imposible sobrevivir.

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