Opinión

Homo oeconomicus

Por: Diario Concepción 11 de Octubre 2018
Fotografía: Carolina Echagüe M.

Andrés Cruz Carrasco
Abogado y magíster en Filosofía Moral UdeC

Parece evidente que el único objetivo del que se habla es de atraer inversionistas y desarrollar las fuentes laborales. Los estándares conforme a los cuales se mide el éxito de las instituciones de educación superior no toman en consideración la efectividad en la creación de inteligencia y reflexión, que desarrolle espacios de cultura y propenda a favorecer la igualdad de oportunidades.

Lo que trasciende es el “capital humano”, el ser en cuanto aparato de producción y rentabilidad. Los mejores establecimientos educacionales terminan siendo aquellos en los que el individuo es capaz de recuperar su inversión en educación en el plazo más breve luego de haber egresado, por una “tasa de empleabilidad e ingresos”, no importando lo que se hace ni cómo se ejecuta, sino cuanto se gana.

Traducimos el éxito sobre la base del complejo binario inversión/utilidad. El desarrollo de la persona y del ciudadano son secundarios y se mide a los mejores, reduciéndolos, en relación a su capacidad para obtener ventajas económicas.

Las personas se van moldeando sobre el marco de una empresa ideal, exigiéndoles que maximicen su valor, transformándolos en proyectos gerenciales más que de vida. El ser humano ya no se gobierna a sí mismo, sino que se administra para ser más rentable, cosificándolo.

Estos principios rectores, que configuran el ideal del éxito, se le imponen al individuo desde que comienza a formarse. Según Michel Feher: “el homo oeconomicus como capital humano se ocupa de mejorar su valor de portafolio en todos los dominios de su vida, una actividad que se emprende a través de prácticas de autoinversión y atracción de inversionistas.

Ya sea a través de “seguidores”, likes o retwits de los medios sociales, ya sea a través de clasificaciones y calificaciones de cada actividad y esfera, ya sea de modo más directo a través de prácticas monetizadas, la búsqueda de educación y entrenamiento, ocio, reproducción, consumo y demás elementos se configura cada vez más como decisiones y prácticas estratégicas relacionadas con mejorar el valor futuro de uno mismo”. Lo que queremos es posicionarnos como un producto más del mercado y que los otros nos prefieran, no sólo en el ámbito profesional del que formamos parte, sino que en general se construyen los objetivos para satisfacer curvas, estadísticas y encuestas, sin importar si se pierde la autenticidad o si se es un cínico. Todo sea por un “me gusta” o un seguidor más en las redes sociales.

La rentabilidad y la imagen son lo más importante. Es indiferente si hay que corromperse y no tiene relevancia la ética de los medios, todo sea por el resultado.

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